Después de haber puesto en pie de guerra a gran parte de la provincia de Alicante y de haber sufrido un tremendo revolcón en los tribunales, resulta que los datos de Selectividad muestran que el conseller Marzà podría haberse ahorrado su ventajista, si no chantajista, decreto de plurilingüismo sin que temblaran los cimientos de la valencianidad lingüística, esa que ha querido imponer a machamartillo pese a que no existe demanda social alguna que así lo requiera en ningún rincón de la Comunitat más allá de sus correligionarios del Bloc. Una vez que se descarte que los alumnos examinados en las universidades de Alicante y Elche hayan recibido ayuda celestial en forma de ciencia infusa, el titular de Educación debería detenerse un tiempo prudencial para examinar los datos de las pruebas comunes de Selectividad y preguntarse por qué en las universidades públicas alicantinas se han registrado los mejores resultados autonómicos en el área de Valenciano sin que para conseguirlo haya sido necesaria la intervención de un político iluminado por la antorcha nacionalista. Quizás -y ojalá por mi parte- se ponga en evidencia de este modo que no es preciso crear agravios para conseguir metas ya logradas a lo largo de muchos años sin haber dejado víctimas en el camino y, por qué no, se pueda reconducir un asunto que provoca una gran brecha social hacia otros en los que hay consenso, como por ejemplo la potenciación del inglés en la escuela sin condicionamientos espurios, es decir, para todos los alumnos sin distinción.
