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Opinión

Una lacra

Un informe de la Unesco alertaba a principios de año de que dos de cada diez alumnos de entre once y trece años sufren acoso escolar. Lo peor es que, lejos de atajarse el problema, año tras año crece la cifra de víctimas, aunque haya quien lo justifique diciendo que lo que ocurre ahora es que hay una mayor detección. Por eso, quizás sería un buen momento para actuar de verdad, comenzando directamente por unificar protocolos. Si realmente queremos cortar de raíz esta lacra, no puede ser que cada uno vaya por su lado. Las distintas administraciones, los padres y madres, los alumnos, los docentes, los propios centros o la Policía deben remar en el mismo sentido, teniendo muy claro, como ayer señalaban los expertos en la UA, que es necesario incluir a los agresores en los protocolos anti-bullying, para evitar que vuelvan a repetir estas conductas, pero sin perder de vista que esto no es una cosa de niños, que es un delito. Es importante eso, pero también que colegios y maestras y maestros se impliquen realmente. De ahí la necesidad de que cuenten con planes de formación serios, tanto en la facultad como cuando ya son egresados, que les permitan detectar y hacer frente a estas situaciones. Mientras eso llega, no estaría mal que algunos dejaran de mirar hacia otro lado, especialmente las direcciones de determinados centros -que, por fortuna para todos, son los menos- simplemente porque el hecho de que se sepa que en sus clases ha habido un caso de bullying desprestigia. El verdadero prestigio es formar a ciudadanos con valores, aunque sea a costa de expedientes no tan brillantes. Afortunadamente, repito, son muchos más los colegios que trabajan con lo que tienen para frenar el acoso.

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