Buenos días, señor Marzá (o Marzà, que la tilde, se ve que tira mucho, según el ángulo que uno le dé). Soy miembro del colectivo de docentes de este ya muy maltrecho país desde hace veinte años. He de decir que, lamentablemente para usted y luego le diré por qué, yo le caigo un poco lejos de sus purgas bolcheviques (a diferencia de lo que ocurre en nuestra Comunidad con D. Vicente Jover Robles -¿les suena el nombre, a usted y a su jefa?- y a 1300 profesores más, mayores muchos de ellos y, personalmente no me cabe ninguna duda, mucho más competentes que usted en lo profesional, a los que usted ha puesto en la calle después de muchos años de servicio, apoyado en la vital circunstancia de que no tienen la correspondiente cualificación en valenciano; lo raro es que no les haya pedido usted la de catalán, ya que es ERC la formación a la que usted más próximo se encuentra. Pero todo se andará).

Resulta obvio que, según su santo parecer, el valenciano es, sin duda, mucho más importante que la geografía, las matemáticas, la filosofía o, simplemente, el sentido común (del que, por cierto, usted parece andar muy necesitado, al igual que quienes lo están manteniendo en su cargo aun después de todas las animaladas que usted ha perpetrado en su todavía corto reinado. Y las que le quedan, si nadie lo remedia). Pues mire, no; ese no es mas que su concepto, su creencia. Usted, como una gran parte de los políticos que pululan por nuestro país (y digo pululan porque son ustedes legión: no solo muchos más de los necesarios, sino también muchísimos más de los deseables), se equivocan de medio a medio; usted, como tantos de sus compañeros de oficio desde la izquierda a la derecha más extremas, se dedica a intoxicar, a obnubilar aún más la visión de una sociedad mentalmente obesa, narcotizada por el fútbol y los "sálvames" y similares, para venderles su particular moto; ustedes crean problemas donde no los hay, para después proporcionar soluciones ineficaces. Pero de eso viven, al fin y al cabo.

Señor mío, voy a decirle algunas cosas del valenciano: aunque yo nací en Sevilla, soy hablante nativo de esa lengua, como también lo soy del castellano; tuve la suerte de tener dos padres valencianos que, hablándolo entre ellos, siempre se dirigieron a mí en castellano; y nunca se lo agradeceré bastante. La lengua es un importante vehículo de comunicación y eso resulta obvio; pero la lengua, como casi todo, tiene una economía; la lengua, como casi todo, es bien valorada y aprendida por todas aquellas personas que advierten su utilidad intrínseca y desean aprenderla sin manipulaciones ni presiones de terceros: por puro interés, nato o adquirido. Pero usted, ustedes, maestros consumados del maniqueísmo más burdo, han quemado el lícito interés por la lengua porque la convirtieron en un arma, en un elemento de discordia; la han ensuciado, la han politizado: la han prostituido.

Fueron ustedes los que establecieron diferencias, obligaciones, preferencias y, una vez montado el circo, se dedicaron a abrir más y más la brecha, a primar económicamente una sobre otra: cuando yo tenía hijos pequeños, los llevé a una escuela pública en la que las materias se impartían íntegramente en castellano (después vinieron mis enfrentamientos con quienes querían imponernos, a mí y a mis hijos, unas perspectivas que para mí eran dudosas, como casi todas las imposiciones); los vecinos de arriba, inscribieron a los suyos en una escuela de línea en valenciano. Y resulta que ellos, que estudiaban lo mismo que mis hijos, tenían una serie de prebendas con las que ni estaba ni estoy de acuerdo y que yo mismo contribuía a pagar con mis impuestos: libros gratis, comedor gratis, actividades gratis€ ¡ah! y un taxi a la puerta para llevarlos y traerlos del colegio, ya que no había autobús que los dejara cerca.

Hoy siguen, acrecentados y gracias a usted, la división, la parcialidad y los favoritismos inoportunos que ustedes instalaron. Antes le decía que caigo un poco (solo un poco) fuera de su alcance; eso es porque yo no soy profesor funcionario, ni doy mis clases en primaria o secundaria; por eso yo no le debo a usted ninguna pleitesía. El colectivo al que yo pertenezco es el de los profesores de universidad. Pero, además, yo tengo la libertad de ejercer como Profesor Asociado, no sé si me entiende€ Es decir: que yo no solo no le tengo a usted ningún miedo, sino que, además, tan solo le dedico el respecto que sea usted capaz de ganarse. Y eso se lo digo a usted abiertamente.

Yo doy clases en la Universidad de Alicante desde cuando usted estaba en la edad del pavo. Y también en la UA, como en el resto de las públicas de la Comunidad, hay tema con el valenciano. Tema político, claro. Y, aunque no lo creo, no sé si purgas; veremos si tras esta carta.

Le diré que yo jamás me he presentado a ningún examen de valenciano en la UA ni en ningún otro sitio; me he presentado, eso sí, al examen de inglés, nivel B2 de la UA, estoy perfeccionando mi francés y ya hago mis pinitos con el ruso y con el chino mandarín, que aprendo por mi cuenta y porque me interesan, sin presiones de "la autoridad". En una ocasión impartí una asignatura en un grupo de valenciano en la UA; el "grupo" fue de ¡dos alumnas! Que, además, preferían que utilizásemos el castellano porque, según ellas, su comprensión era mejor; les pregunté el por qué, entonces, de su elección del valenciano y me respondieron lo evidente: "porque nosotras le tenemos a usted "en exclusiva" y nuestros otros cuarenta compañeros tienen un profesor para todos". Lapidario. Y muy ilustrativo. Además, yo no estaba por entonces cualificado para dar clases en valenciano; sin embargo y como se comprueba en mi campus on-line, yo tengo el certificado: me lo regalaron, no sé exactamente en qué momento y sin yo haberlo pedido; se ve que así computa políticamente en las estadísticas de su Consellería de profesores capacitados para el valenciano: en favor de su lluita pel valencià.

No sé si entenderá usted el alcance de todo lo que le he dicho; pero si por un momento hace el ejercicio mental de bajarse del machito y ver en perspectiva y en modelo paisaje todo el resultado de su "trabajo", igual se nos deprime un poco: No se apure, yo también pasé por una depresión y le digo que de ahí se sale; con ayuda, pero se sale. Hágaselo usted mirar. En bien de todos.