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Joaquín Rábago

Y ¿por qué no neutral?

Escribía el otro día en un comentario The Times, de Londres, que el presidente de EEUU, Donald Trump, debía "resistirse a los halagos" de su colega ruso, Vladmir Putin.

Éste seguramente no tiene otro objetivo, según The Times, que conseguir que se declare "oficialmente a Ucrania un Estado neutral", y EEUU no debería permitirlo".

"Ello significaría que Occidente da a Rusia el derecho de fijar cuál es su esfera de influencia", agregaba a modo de advertencia el diario propiedad del magnate australiano Rupert Murdoch.

Aparte de la total amalgama que hace el periódico entre Estados Unidos y Occidente, que por fortuna no son, y menos aún ahora con Trump, la misma cosa, habría que preguntarse qué habría de malo en una eventual neutralidad de Ucrania, al margen, eso sí, de todo tipo de presiones.

Hay una obsesión casi enfermiza por parte de la prensa estadounidense y parte del Congreso de EEUU en denunciar las cada vez más seguras injerencias de Moscú en las pasadas elecciones presidenciales norteamericanas.

El Kremlin prefería ver en la Casa Blanca al supuestamente más fácil de chantajear Trump que a la demócrata Hillary Clinton, una política, esta última, con fama bien ganada de halcón en materia de defensa.

Seguramente es así, pero no deja de resultar cínico que se acuse a Moscú de tratar de influir en elecciones ajenas desde la capital de una nación que lleva más de un siglo no haciendo otra cosa con otros países.

Y no hablamos ya de su probado derrocamiento de gobiernos democráticos y apoyo a militares golpistas de distintos continentes, sino de sus mucho más próximas injerencias políticas y económicas en la política de las repúblicas sucesoras de la URSS o sus antiguos países satélites.

¿No es acaso la anexión rusa de la península de Crimea, donde Rusia tiene una importante base naval, la reacción de Moscú a los intentos norteamericanos de incorporar a Ucrania a la OTAN, a la que ya pertenecen muchos de los antiguos miembros del Pacto de Varsovia?

Imaginémonos por un momento qué haría Estados Unidos si viese establecerse bases militares rusas en las islas del Caribe o en Centroamérica. Baste recordar la llamada crisis de los misiles de Cuba en plena Guerra Fría.

Y en cualquier caso, ¿qué hay de malo en una Ucrania neutral?, habría que preguntarse ¿Qué hubo de malo en la neutralidad de Suecia, de Austria, de Finlandia, de Irlanda o de Suiza?

¿No se beneficiaron todos ellos en buena medida de esa condición y no contribuyeron cada uno a su manera a la distensión entre los dos bloques entonces enemigos?

¿Por qué esa continua obsesión por aislar a Rusia como si no fuera también un país europeo? La continuación de las sanciones puede interesar a Estados Unidos, sobre todo a su industria de armamento y a su sector petrolero, pero perjudica política y económicamente a Europa.

Es hora de que los europeos se hagan mayores y se emancipen de la tutela más egoísta que altruista de Washington. Aliados sí, pero no a cualquier precio.

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