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José María Asencio

Vuelva usted mañana

José María Asencio Mellado

Nación cultural y territorio, rizar el rizo

Este país ha entrado en una fase de locura colectiva. Volvemos por nuestros fueros que tantas veces en la historia nos han hecho ser diferentes, una nación con defectos similares aunque algunos crean que los mismos son exclusivos del resto de naciones que componen esa realidad plurinacional que presentan como solución para complicar más el entuerto.

El PSOE, en una nueva genialidad de su líder, ha descubierto la nación de naciones culturales y se pronuncia por avanzar por esta senda que, no obstante, es más compleja y menos alegre de lo que el alborozo de Sánchez parece indicar. Una idea prodigiosa cargada de nada, solo apariencia y precipitación, pero que dota al secretario general de ese aura que busca desesperadamente.

Porque, si lo nacional es cultural, habrá que reconocer que las regiones o nacionalidades que componen la piel de toro no son tampoco homogéneas en sí mismas consideradas, es decir, que no son realidades culturales propias en su integridad. Podría, pues, perfectamente hablarse de diversas naciones incorporadas en las naciones que conforman la nación española. De tantas naciones como identidades culturales existieran, siendo así, además, que la identidad cultural exigible para ser considerado un cuerpo como nación no está señalada en el grado que debe corresponder para ser considerada como tal. Nadie ha establecido y parece preceptivo hacerlo, qué debe entenderse como unidad cultural para que esa uniformidad lleve a calificar a un territorio como nación. Relatividad en el presupuesto e inseguridad derivada de un punto de partida incierto y manipulable.

Esa diversidad predicada por quienes identifican nación con cultura común, sin contornos precisos, llevó a que en la Primera República se declararan independientes ciudades como Cartagena, Alcoy, Almansa, Torrevieja etcétera? y otras «realidades culturales nacionales» derivadas de su cultura y sentimiento, no del territorio. Si es la cultura lo definitorio, no puede el territorio predeterminar una nación cuando en la misma coexisten diversas identidades culturales con el grado exigible ?ignoto?, para alcanzar la cualidad de nacional. De ahí que en el siglo XIX se decidiera, sobre la base de un federalismo indeterminado, crear tantas naciones como bailes, danzas, lenguas, platos o trajes típicos.

Porque, si después de definir una nación por la cultura, se establece el criterio del territorio como determinante, el término nación cultural se desvanece en su coherencia. Mezclar cultura y territorio y partir de la premisa de que cada territorio elegido conforme a criterios políticos distintos a la cultura responde a una realidad cultural uniforme, atenta contra el concepto de nación cultural y encierra una opresión también cultural a quien es diferente, aunque se integre en el territorio. Un lío, tanto como el que están organizando los precursores taumatúrgicos de idea tan genial.

En cada región o nacionalidad de las que componen la nación española, diferente culturalmente pero reconocible como tal también en una unidad cultural e histórica, hay tantas naciones culturales como las hay en la única nación constitucionalmente reconocida. En esta misma provincia hay zonas con lenguas distintas, gastronomías poco similares, costumbres dispares y todas serían, según algunos sesudos políticos, una misma nación cultural. Zonas limítrofes serían más naciones que aquellas en las que territorialmente deben encuadrarse. Pero, lo político se impone e integra en varios territorios pueblos culturalmente idénticos. Así, una nación vendría integrada por diversas realidades culturales, aunque los nacionalistas no aceptan esta diversidad y pluralidad cuando se trata de hablar de la nación española o de otras no concordantes con su noción unitaria cuando les conviene.

Deberíamos pensar un poco antes de hablar, porque puede suceder que abierto el melón de la cultura propia algunos de los diferentes decidan que quieren también ser nación y democráticamente determinen en referéndum, democrático por supuesto, no querer ser parte de esa nación cultural con la que poco tienen que ver y que prefieren quedarse en la más amplia y omnicomprensiva de la española o ser culturalmente y políticamente independientes. Y frente a esa decisión «democrática» no cabría oponer argumentos antidemocráticos como los del territorio cuando se ha puesto el acento en la cultura y la tradición. Si se trata de buscar identidades culturales y respetar la democracia, que cada ciudad o pueblo decida libremente lo que desee, sin que el territorio político pueda, antidemocráticamente, imponerles una decisión no compartida y anticultural.

No cuadra esto de la cultura, el territorio y la democracia y menos que todo se resuelva en una decisión que parte de unos límites fronterizos que muchas veces nada tienen que ver con la realidad, la historia o la cultura. Territorio antes que las personas y cultura constituyen argumentos contradictorios y poco compatibles entre sí. Y alguna vez alguien tendrá que ponerse a pensar sobre los problemas que este invento puede ocasionar. El PSOE ha hallado la cuadratura del círculo. Pedro Sánchez, en una pelea consigo mismo en ser cada vez más de izquierdas, ha ideado una nueva trampa en la que caerá, aunque crea que ha sido un hallazgo inteligente. Si esta es la iniciativa que propone, mucho me temo que el remedio será peor que la enfermedad.

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