Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Resulta bastante normal pedir un préstamo para liquidar otro. No nos extraña, aunque debería, pues viene a ser como hacer un roto para tapar un descosido, o al revés, ahora no caigo. Lo dice un anuncio de la radio:

-Si quiere usted liquidar una deuda, pídanos un préstamo.

Yo no lo haría, a menos que mi acreedor fuera un gánster dispuesto a romperme las piernas si mañana no recibe lo suyo. Significa que las relaciones humanas se han gansterizado de manera notable, como si viviéramos dentro de una serie de televisión. Cuando entro por internet en mi banco para ver si he cobrado, lo primero que aparece es la concesión de un préstamo que no he pedido. Para materializarlo, solo tengo que hacer un clic. Está usted a un clic de conseguir tres mil euros. La tentación es enorme. Pero seguro que tras el clic se siente una tristeza parecida a la del adolescente después de masturbarse. Lo que te están ofreciendo en realidad es un orgasmo sin amor.

-Entiendo que usted quiera prestarme tres mil euros, y quizá los acepte, pero ¿no deberíamos hablar un poco antes, tomar un café, no sé, conocernos, en fin?

A los adultos deberían advertirnos de no aceptar préstamos del banco como a los niños de no aceptar caramelos de desconocidos. Digo del banco por decir, porque el mundo se ha llenado de empresas especializadas en fabricar deuda. Ahí mismo, en una farola que me sale al paso cuando vuelvo de comprar cien gramos de jamón de York en el chino, veo un cartel en el que me ofrecen, ya, en este mismo instante, mil euros con la sola garantía de mi coche. Resulta tan tentador que mejor no tener coche.

-Si no tienes coche es porque no quieres. Cómprate uno hoy y empieza a pagarlo en enero.

De aquí a enero pueden ocurrir tantas cosas que casi resulta poco inteligente no aceptarlo. Si luego no hay forma de hacer frente a la primera cuota, solicita un préstamo al banco para liquidarla. Hay gente que vive atada a una cadena de pequeños préstamos. Debería haber una oficina en la que apuntarse para que a uno no le concedieran nunca un préstamo, aunque lo pidiera de rodillas. Pero quienes te los ofrecen de hinojos son los prestamistas.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats