o reconocer la enorme capacidad de interconexión que los actuales instrumentos de comunicación posibilitan es no entender nada de lo que está sucediendo. Hace rato que la política se mueve no sólo desde arriba, desde las instituciones, desde los medios de comunicación tradicionales, sino también desde abajo, mediante los efectos irradiantes de una inmensa red de personas conectadas entre sí que expresan sus deseos, sus emociones, sus esperanzas, su indignación, su resistencia a la dominación.

Este oleaje de alcances universales atraviesa instituciones, países y partidos, y no se detiene fácilmente ante la coacción o la influencia del poder. Lo hemos visto por todas partes. El movimiento 15-M lo concretó en España. Muchos de los procesos en curso llevan esta marca. Tenerlo en cuenta es una de las claves de la nueva política y, desde luego, un aviso urgente a los viejos partidos si no quieren sucumbir a su propia inercia.

No de otro modo puede entenderse la ola de indignación y de esperanza que ha recorrido el partido socialista, desde su base, tras los inenarrables sucesos que culminaron con la defenestración traicionera de Pedro Sánchez (con el pretexto de asegurar la estabilidad institucional) y la entrega del partido socialista a la lógica de la derecha conservadora, facilitando el gobierno del PP. Los investigadores sociales hablarán de este fenómeno, que está lejos de haber concluido. Quienes hemos vivido de cerca este movimiento transformador, dentro de las filas del partido socialista, no podemos por menos que sentirnos conmovidos por el entusiasmo y el compromiso que miles y miles de militantes, aunque no sólo éstos, han desplegado a lo largo del proceso; por el espíritu de lucha, en condiciones absolutamente desiguales y adversas, que ha recorrido todos los rincones de España.

Porque los partidos, que deben ser instrumentos de participación, crean sus propias estructuras de poder que lo impiden, aparatos anquilosados que se creen inexpugnables. Desmontarlos, para avanzar, no es nada sencillo, pues se corre el riesgo de ruptura. Por fortuna, el partido socialista, que proviene de una larga tradición de conflictos y de renovación constante, goza de mecanismos para recomponer sus filas, como se ha demostrado en el 39 Congreso Federal que se acaba de celebrar. En él se han reflejado las orientaciones políticas básicas para resituar al socialismo español en el espacio de la izquierda transformadora y, lo que es muy importante, el compromiso de hacer del partido socialista una organización viva, abierta a la participación de la militancia -que es tratada como algo marginal- y de la ciudadanía.

Pero el proceso no ha terminado. He oído decir, en palabras de algunos barones y de destacados militantes que apoyaron a Susana Díaz, que todos ellos son ahora «pedristas», que se sitúan al lado del Secretario General. Bien, pero las palabras deben ir acompañadas por los hechos, y los hechos no acaban de encajar.

Aquí, en la Comunidad Valenciana, se está reproduciendo, con sus peculiaridades, una situación similar a la que se dio en las primarias para la elección del Secretario General del PSOE. Habría sido deseable, en este contexto, que Ximo Puig, secretario general del PSPV-PSOE y Presidente de la Generalitat, asumiendo la acreditada fuerza de la militancia, hubiera encabezado un cambio en profundidad del partido con el fin de rearmarlo y enfrentar las próximas elecciones con un proyecto nítidamente socialista. Por desgracia no ha elegido este camino. Ximo Puig ha confesado que su actuación con Pedro Sánchez fue un error, del que se arrepiente, pero no termina de comprender que no se trató solo de un error personal, sino el producto de una concepción del partido y de la política que ya pasó, y que, lejos de conseguir la ansiada «estabilidad», habría condenado al partido socialista a la irrelevancia.

Algunos ven la confrontación que se está produciendo entre Rafael García y Ximo Puig por el liderazgo en las primarias que se celebran el próximo día 16, una pugna por el poder, una injerencia de Madrid en los asuntos internos del PSPV, un reto a la baronía y la estabilidad institucional. Nada más lejos de la realidad. Es un insulto tomar a los miles de militantes socialistas que apoyan a Rafael García por infiltrados de Ferraz, cuando lo cierto es que son personas que quieren lo mejor para su partido, que tratan de reforzarlo y transformarlo para ponerlo al servicio de la sociedad valenciana; que están dispuestas a llevar a la práctica las resoluciones del 39 Congreso Federal.

No hay que engañarse respecto al futuro. Si bien Ximo Puig merece el apoyo de todos los socialistas, como President de la Generalitat, no hay que olvidar que parte de una posición electoral débil. El Pacto del Botánico ha abierto sin duda una ventana de oportunidad para desarrollar políticas progresistas, pero también es cierto que la alianza con una formación nacionalista como Compromís puede llegar a desdibujar un proyecto socialista autónomo, reduciendo su espacio.

Se trata entonces de reforzar el proyecto socialista en la Comunidad. Para ello es preciso reforzar antes el PSPV-PSOE, proyectando la fuerza de la militancia. En las elecciones primarias del 16 se ventila esto, fundamentalmente. Las condiciones de los dos candidatos son totalmente desiguales, una vez más. Se da una rara (aunque explicable) unanimidad en los medios de comunicación tradicionales en el apoyo a Ximo Puig, que dispone, además, del poder de influencia institucional y de un grupo de adictos del viejo aparato. La competencia por la obtención de avales (muchos de ellos inconsistentes), algo que hay que cambiar, como indica el 39 Congreso, se presenta ante la opinión pública como señales anticipatorias del resultado. Pero, como decía al principio, se infravalora la capacidad de la militancia, su compromiso, la fuerza que despliega en las redes sociales. Rafael García encarna en estos momentos la opción de cambio, de apertura del partido, un modelo social de organización, la implantación de un liderazgo compartido al que se refirieron, tanto Pedro Sánchez como Patxi López, en sus programas para las primarias. Ahora es el momento de llevarlo a cabo.

El días 16 se vota. Al día siguiente, todos y todas juntos por un proyecto socialista de cambio y de progreso.