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Joaquín Rábago

Trump sólo quiere que le lluevan millones a su industria de defensa

Da vergüenza ajena escuchar al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sacar pecho porque, según explicó en Varsovia, gracias exclusivamente a él, "miles de millones de dólares han empezado a llover sobre la OTAN".

Lo dijo en su discurso en la capital polaca ante un entusiasmado auditorio de miembros de su Gobierno ultranacionalista y de gentes trasladadas en autobús a la capital como en los mejores tiempos comunistas y que no paraban de gritar su nombre.

"Es por eso que felicitamos a Polonia por su decisión de avanzar esta semana con la adquisición del sistema estadounidense de defensa Patriot, probado ya en numerosas batallas y el mejor que existe en el mundo", se ufanó allí el republicano.

Es lo mismo que hizo en Riad cuando anunció ventas de armamento por 110.000 millones de dólares a su Gobierno feudal y totalitario, que financia la expansión por todo el mundo de la corriente más intolerante y fanática del Islam.

Pero ¿qué le importa la democracia a ese especulador inmobiliario metido a político que no tiene reparo alguno en elogiar a un presidente golpista como el egipcio Al Sisi o al autócrata del Bósforo, Recep Tayyip Erdogan.

Resulta grotesco escuchar a un hombre que parece creer sólo en el Dios dinero hablar, como hizo también en Varsovia, de que "el pueblo de Polonia, como el de América y el de Europa todavía gritan "Queremos a Dios".

O señalar la necesidad de "enfrentarnos a las fuerzas que, ya vengan de dentro, del Sur o del Este, amenazan con borrar los lazos de la cultura, la fe y la tradición".

Como señala Peter Reinart en la revista "The Atlantic", el Occidente al que se refiere Trump y que amenazan los nuevos bárbaros, llegados ya a sus puertas, no es un término geográfico, sino "un concepto racial y religioso".

¿Forma parte Latinoamérica de ese Occidente - sus gentes son cristianas, pero no suficientemente blancas, al menos para los wasps ( protestantes anglosajones blancos)?, se pregunta Reinart.

Japón es a su vez un país de Oriente, pero desde el punto de vista económico, está perfectamente encuadrado en Occidente.

Los albaneses o los bosnios son blancos, pero al mismo tiempo musulmanes buenos: miembros de la OTAN y por tanto potenciales clientes de la industria de armamento de EEUU, como le gusta a Trump.

En su discurso de Varsovia, el presidente de EEUU sólo mencionó al parecer una vez la palabra "democracia", algo en lo que, a juzgar por sus acciones, no parece creer demasiado. A él sólo le interesa vender armas.

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