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Mercedes Gallego

Orgullosos

Acabar los actos del World Pride y comenzar a circular vídeos sobre lo rematadamente sucia que habían dejado Madrid lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales fue todo uno. Que si hay que ver qué poca urbanidad, que qué cabe esperar de «esa gente» (debe ser que los heteros no tiraron ni una colilla al suelo) y alguna que otra lindeza por el estilo que, si bien no ha sido el sentir general, sí ha corrido por WhatsApp e Internet como la pólvora.

Las imágenes, para quien no las haya visto, no son muy diferentes de las que apenas unos días antes ofrecía Alicante durante sus fiestas de Hogueras (en las que los servicios de limpieza llegaron a retirar hasta cuatro toneladas de residuos) con la salvedad de que lo de Madrid de la pasada semana fue un encuentro mundial.

No se trata aquí de justificar comportamientos a todas luces incívicos, que los hubo en el Orgullo tanto como los hay en las Hogueras, las Fallas, los Sanfermines y, por desgracia, en cualquiera de los eventos que combinan grandes concentraciones de personas, fiesta y alcohol. Pero sí de rechazar que se pretenda enturbiar una celebración reivindicativa sobre cuyo éxito la opinión ha sido unánime, incluido el divergente espectro político. Una manifestación festiva que se ha convertido en la expresión más visible de una lucha de décadas por el derecho a ser uno mismo, que no es poco. Y que, cuanto menos y aunque aún falta mucho camino por recorrer, hará más fácil la vida a muchas personas. Motivo más que suficiente para estar orgullosos.

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