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Francisco Esquivel

Tiene que llover

Francisco Esquivel

El nuevo valor de siempre

Por Fuencarral me adentro en el espacio Fundación Telefónica, que forma parte de una de las clásicas estampas de la Gran Vía madrileña. Antes de acceder a las exposiciones me quedo bobo con la escalera principal, construida en hierro y acero dentro de la remodelación llevada a cabo hará cinco años. No sólo es una barbaridad que deja extasiado a cualquiera, sino que sujeta la fachada y la pared medianera al esqueleto del edificio y, sin la cual, éste no podría sostenerse. Tremendo. Lo que han dado de sí las chicas del cable.

Pese a las ganas por contemplar imágenes que nos han marcado en los cien años de la aparición de la cámara Leica, me dejo caer por la planta que muestra ese fenómeno digital que es la impresión 3D. Por mucho que les cuente no es fácil creérselo, pero ahí anda. Se trata de crear un objeto a partir de un diseño 3D. Como lo oyen. Si no estamos ante la cuarta revolución industrial, poco le falta. Primero debe guardarse el modelo digital en formato eseteele y luego se envía a la impresora; a continuación se le da al play mediante la aplicación de placas sucesivas de material sólido y se obtiene el objeto real. Uno de sus principales usos es en medicina con la impresión de prótesis y órganos, aunque también se logran juguetes, piezas de aeronáutica, armas de fuego, apartamentos, cabello artificial, piel, pizza, cerveza e incluso ¡una oreja idéntica a la de otra persona! Que Dios nos pille confesados.

De regreso retomo, en ese Mediterráneo doliente, el magnetismo Leica de la mano de Agustí Centelles. Como no pocos sabrán, fue nuestro Robert Capa que, con su instantánea de guardias de asalto disparando tras una barricada formada por caballos muertos, ocupó la portada de la revista New-Week el 1 de agosto del 36. Se exilió con cuatro mil negativos que, tras abandonar el campo de concentración, dejó en custodia a unos agricultores franceses. Volvió a recogerlos por si las moscas unos cuantos añitos después, concretamente en el 76. Sí, ya sé. No es el súmmun digital, pero tampoco es moco de pavo.

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