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Luis M. Alonso

La posverdad es tendencia

El triunfo de la sensación subjetiva sobre el hecho objetivo

Posverdad ha entrado en el diccionario de la RAE después de que la política haya hecho de la palabra una estrategia inmediata en su agit-prop más peligroso. Detrás de ella se encuentra el triunfo de una era que lamentablemente ha convertido las sensaciones subjetivas en una percepción más importante que la verdad misma. Antes la llamábamos mentira, bulo o falsedad, pero esta verdad contraída por los sentimientos tiene el significado que impulsa de manera torrencial la moda. Post-truth o post-trump tendrían así su paralelismo.

La mentira política hace tiempo que se utiliza de una manera más intensa y con mayor capacidad de penetración que nunca. Los medios de comunicación, sobre todo algunos medios de comunicación, en vez de frenar ese avance peligroso de la subjetividad interesada se han dedicado, en cambio, a coquetear con él. La peor conclusión que se puede extraer de la posverdad es la negación cínica de los hechos constatados relativizándolos e intentando convencernos de que también existen otros a gusto del consumidor. Detrás de la mentira siempre se ha dicho que se encontraba el mayor castigo para los políticos, que nunca han dejado, sin embargo, de correr riesgos mintiendo a los ciudadanos. Ahora se ha triplicado enaltecida por las nuevas tendencias que eximen a los políticos de reconocer lo que pasa cuando no les benefician.

En un mundo especialmente inseguro, muchos ciudadanos se encuentran mejor en el refugio que les brinda su secta, eligen los principios que la guían y desprecian los demás, esquivan los hechos para buscar otros alternativos. Por ese motivo la posverdad goza de tan buena acogida.

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