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Camilo José Cela Conde

Las redes sociales, la actividad parlamentaria y las mociones de censura

Supongo que a otras personas les pasará lo mismo a poco que sientan un desapego parecido al mío hacia las redes sociales

Leo que el presidente Donald Trump ha bloqueado al escritor Stephen King en Twitter y me doy cuenta (aún más) de que no sé de qué se está hablando. Supongo que a otras personas de mi generación, o incluso a algunas más jóvenes, les pasará lo mismo a poco que sientan un desapego parecido al mío hacia las redes sociales. Se me escapa, pues, el alcance que tiene el bloquear a alguien en eso de los tuits e ignoro las consecuencias que se derivan de que uno se vea bloqueado. De hecho, la humanidad entera podría bloquearme a mí en Twitter, en Facebook e incluso en Linkedin sin que ni siquiera me enterase.

Pero el episodio da que pensar. Igual los alérgicos a ese sistema nuevo de relación social que consiste en no relacionarse salvo por medios electrónicos estamos equivocados. De hecho, los altibajos de la política internacional y los movimientos de las bolsas se ven sujetos a lo que al señor Trump se le ocurre escribir en su cuenta de Twitter cada mañana. Ha provocado el presidente estadounidense verdaderas crisis sin más que soltar cualquier ocurrencia, algo que hasta el momento llevaba muchísimo más tiempo por los mecanismos clásicos de la actividad parlamentaria. Pero ésta ha alcanzado ya las cotas de su absoluta inutilidad gracias a la ocurrencia de las mociones de censura que nos han ido entreteniendo estos días pasados y que son, de hecho, lo más parecido que hay a una tertulia televisiva. ¿Por qué no eliminar las cámaras, los congresos y los senados, con todos sus engorros y su gasto más que considerables?

Habrá quien piense que por la razón bien simple de que los parlamentos son la esencia misma del Estado de derecho. Pero, a estas alturas, semejante figura que inventaron los británicos primero, los norteamericanos después y por fin los franceses -con revoluciones y guerras por medio- ha derivado en la nada; al menos en España. Está por ver si las cámaras de Washington podrán servir de ese contrapoder hacia la presidencia que idearon los padres de la República cuando redactaron la primera carta magna que ha tenido la humanidad. Pero de lo que caben pocas dudas es del secuestro que se ha hecho aquí del poder legislativo, e incluso de parte del poder judicial, por parte de los sucesivos gobiernos. Con la oposición alegremente dispuesta a contribuir al olvido de la doctrina de Montesquieu.

Twitter deja en la miseria a Montesquieu, a Kant, a Hume, a Descartes y a Aristóteles, por limitar los daños a una gavilla de filósofos. Sólo Platón, con su mundo de las ideas, se salvaría siempre que retirásemos las ideas de ese universo imaginario. Pero con tanta eficacia como la que se ha sabido sacar a 144 caracteres, capaces de resumir la Enciclopedia Británica entera, ¿a santo de qué perder el tiempo en otros enredos? Bloqueemos a voluntad a todo el que piense de otra forma, y nada, a vivir que son dos días y estamos ya en el aperitivo de la cena última.

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