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Isabel Vicente

Cuestión de prioridades

Alertan los expertos de que estamos abandonando la dieta mediterránea y de que en unos años la mala alimentación repercutirá en nuestra salud. Está muy bien insistir en la conveniencia de que volvamos la vista a las legumbres, a los guisos de toda la vida, al comer pausado y variado y a la cocina con buenos productos, tiempo de cocción y, si es posible como dicen los cocineros de moda, amor. El problema es que en estos tiempos no hay franja de edad que coma correctamente. Con los niños hay que vivir en una batalla constante para que se metan algo verde a la boca y para evitar que se lancen a por los dulces y la bollería industrial en cuanto salen de casa. Muchos ancianos también han dejado de comer bien porque ¿quién se hace unas lentejas para uno solo o siquiera para dos con lo cómodo que es abrir un bote o calentar los restos de ayer en el microondas? En cuanto al resto de la población, el trabajo fuera y las obligaciones dentro de casa dificultan planificar, elaborar y tomar un menú en condiciones. La tentación de los productos precocinados y la comida rápida es demasiado fuerte cuando uno llega agotado a casa después de un día endiablado. Sin embargo, tal como señalan los expertos, una persona que viva 80 años realizará nada menos que 90.000 comidas a lo largo de su vida, una cifra de vértigo que ha de hacernos reflexionar sobre la importancia de una alimentación sana aunque sea a costa de tener la casa un poco más sucia o de perdernos el último capítulo de nuestra serie favorita.

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