Empezamos por la cárcel de Barcelona, la Modelo cierra sus puertas de forma definitiva, un clásico de los telediarios que ha durado 113 años menos un día, 150.000 huéspedes a cargo de los contribuyentes, algunos, tan famosos como Lluis Conpanys, presidente de la Generalitat de Cataluña desde 1993 a 1940, posteriormente fusilado en el castillo de Montjuic, Jordi Pujol, padre de una saga, experta, presuntamente, en blanqueo de capitales de origen desconocido, Juan José Moreno Cuenca, más conocido por «El Vaquilla», fallecido en la cárcel a causa de una cirrosis, o Salvador Puig Antich, anarquista y antifascista, último ejecutado a garrote vil un año antes de la muerte de Franco.

Luis García Berlanga, que dirigió «El Verdugo», describió esa forma de ejecución que perduró en España desde tiempos de Felipe V hasta 1978, que se deslegalizó con la Constitución, utilizando un garrote, una especie de collar de hierro asido a un tornillo con una bola en el extremo, que provocaba, en la mayor de los casos, la dislocación de la vértebra cervical y una muerte instantánea, y en los menos, estrangulamiento que alargaba la agonía del condenado, como ocurrió en el ajusticiamiento de «El Jarabo», autor del asesinato de dos hombres y dos mujeres, una de ella embarazada, 20 minutos de retorcimientos y convulsiones.

Otro desaparecido la semana pasada es el Banco Popular, nacido en 1926 con un capital social de 10 millones de pesetas, suscribiendo acciones en su fundación Alfonso XIII y su familia. Ligado al Opus Dei a través de Luis Valls, presidente carismático desde 1972 hasta 2004, la entidad que siempre había enfocado su negocio en dar préstamos a pequeños empresarios y familias, llegó a ser considerada en los años 90 como el banco más rentable del mundo. Y pocos años después volvió Eva con la manzana de la seducción, y la ambición de ser un banco prestigioso de mayor tamaño y codearse con los grandes, le sumergió con una agresiva apuesta en la vorágine inmobiliaria que fue su sentencia de muerte por envenenamiento de polvo de ladrillos. La fuga de depósitos fue la espoleta que provocó su prematura e inesperada muerte.

El Banco Central Europeo ha dicho basta y ha mostrado la senda, sobre todo a Italia, de que los detritus locales no pueden ser desinfectados con cargo a los presupuestos de la Unión, sino que pone en el centro de diana a accionistas y bonistas. Es la ventaja, inconveniente para los que en él confiaban, de ser un banco de tamaño manejable cuya quiebra no iba poner las piezas de dominó en marcha y alterar el sendero de supervivencia del euro, aparte de mandar un mensaje a los bancos en dificultades, no hay UCI, sino muerte inesperada sin bienes que trasmitir a los herederos. Cosa bien distinta es la batalla que se avecina por la posible falsedad de la información financiera comunicada al Banco de España en las últimas ampliaciones de capital. Nada que no sepamos en nuestro entorno cercano. Eso sí, el gabinete jurídico del Banco Santander va a experimentar un crecimiento expansivo para responder a las demandas, que inundarán sus mesas.

Si los dos primeros ya han pasado a mejor vida, lo de mejor es una frase hecha, en el momento que escribo estas reflexiones, al Hércules, 95 años de historia, aún le sigue latiendo débilmente el corazón, con arritmias lunáticas; nadie sabe si el garrote administrativo va a volver a ser un instrumento de muerte, porque si fallece no sólo desaparece una entidad casi centenaria, sino que los sueños de decenas de miles de alicantinos se convertirán en pesadillas, que cuando se despierten sudando en medio de la noche, no tendrán a una madre diciéndoles que no pasa nada, sin encontrar un achuchón que todo lo cura.

Ni a la accionista del Popular que se desgañitaba la semana pasada ante un empleado preguntando por su millón de euros de acciones que ya valían cero, ni a cualquier herculano al que le llegue la noticia que nadie quiere escuchar, le importa un rábano como se ha llegado hasta ahí. Tan doloroso es que el dinero que llevas en el bolsillo desparezca por un agujero, que para mayor desgracia nadie se lo encuentra, como que unos sentimientos legendarios anclados en esta ciudad como la Santa Faz, las Hogueras, la cara del moro, y otros muchos, se pueda evanescer a través de un inodoro.