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Y que Ponce siga siendo Ponce

Decíamos la semana pasada que no se puede ningunear ni cercenar la vehemente personalidad de la afición de Las Ventas. La identidad se crea, se modela, se justifica, se reafirma día a día, temporada a temporada. A pesar de (o incluso favorecido por) algunos vocingleros y contados revientaplazas. Por eso triunfar en Madrid tiene esa importancia incontestable para todos. Sin menoscabo de que la concesión de ciertos trofeos y la negación de otros pueda entrar en la parcela de la opinión y la crítica que siempre debe ser constructiva.

Y cuando Madrid pone esas exigencias que parecen infranqueables, llega la realidad y lo mismo le da la razón o le pega un revolcón a las primeras de cambio. Ese examen constante y necesario al encaste mayoritario «domecq» consigue el castigo severo al podrido encierro de la «juampedrada» de la ganadería madre durante la tarde del jueves ante la que se estrelló nuestro paisano Manzanares. O se le bajan los humos a los agoreros de esa misma sangre brava con la movilidad diversa de los astados de Victoriano del Río y Garcigrande, demostrando a fin de cuentas que en el toro y en el toreo 2 más 2 pueden ser cuatro o el infinito del milagro. Como ese revivir de la suerte de varas de la sabia mano de Tito Sandoval la tarde en que Roca Rey y Miguel Ángel Perera se llevaron un trofeo por coleta volviendo por sus fueros del temple y el valor. O constatar que, a pesar de la buena mano en los sorteos, López Simón o David Mora no encuentran su sitio.

Y algo parecido ocurre con las figuras consagradas, categroría en la que hasta cuesta incluir la importancia de Enrique Ponce. Echa uno la vista atrás y se da cuenta de que el de Chiva se doctoró cuando uno apenas contaba quince años y le empezaban a salir los dientes en el conocimiento del arte de Cúchares. Vista la evolución en la técnica taurina del toreo en general y de Ponce en particular, parece ya ineludible afirmar que mucho tuvo que ver en cómo se entiende hoy la tauromaquia.

Porque el valenciano es un maestro indiscutible que no tiene alumno o imitador que le supere. En todos estos años han sido muchos los que han tratado de infravalorar la eficiencia insultante de su técnica ante los toros. Cierto es que numerosos pecados de la tauromaquia moderna también llevan su sello, no debemos engañarnos. Algunos abusos con el ganado propio de las figuras del toreo de todos los tiempos también se le reconocen. Pero la mayoría de esas deficiencias han sido aumentadas por sus discípulos. Vamos, que le podríamos aplicar aquella frase atribuida al dramaturgo Jacinto Benavente de «bienaventurados nuestros imitadores porque de ellos serán nuestros defectos».

Y anteayer mismo Enrique Ponce, con veintisiete años de alternativa en el esportón, volvió a dictar su tauromaquia de siempre y reinventada ante la primera afición del mundo. El exceso innegable de esa puerta grande no puede cegarlo todo. Tampoco podemos caer en ese tópico en el que él mismo intenta convencer de palabra sobre una búsqueda de las profundidades insondables del toreo. No hay nada de eso. La tetralogía sobre la que se basa el magisterio de este torero está clara: inteligencia, naturalidad, técnica y elegancia. Nada más. Y nada menos. Su actuación ante los «garcigrandes» en Las Ventas ahí queda. Conjugar todos esos dones, unos naturales y otros trabajados, junto a un valor innato que no se debilita con el paso del tiempo, lo convierten en algo más que el «Lagartijo» de la Tauromaquia moderna, el programador del toreo en su versión 3.0, en símil informático. Que Ponce siga siendo Ponce, claro, y por mucho tiempo. Por más que algunos le quieran retirar año tras año. Y ya van...

En Alicante debe de ser de los toreros que más veces ha trenzado el paseíllo sin ser paisano, y en su larga carrera su visita a nuestra Feria de Hogueras resulta ineludible. De aquí a veinte días le veremos en el enésimo paseíllo junto a Manzanares y Lopez Simón. Y podremos disfrutar de su presencia antes incluso, como pregonero de la feria taurina en el acto ya tradicional que los aficionados siguen organizando a pesar de concejales de lo suyo. Será el 15 de junio durante el igualmente señero concierto de pasodobles. Y sin gabinete de prensa que intermedie entre él y los aficionados. Lástima que muchos de sus colegas coletudos no le sigan en eso. Será que también para ser humilde hay que valer.

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