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Hoy es martes (domingo para ustedes). Llueve levemente, como con desgana. La lluvia, en ocasiones, es una máquina de hacer hastío. Como todos los martes rompo la rutina diaria y no voy al estudio. Me quedo en casa para escribir esta tribuna que ustedes me hacen la caridad de leer. Ocho de la mañana. Desayuno frugal. Cigarrito consuetudinario. Un par de folios, un bolígrafo y a esperar. Cuando pasa una inquietante media hora me hago la misma pregunta de todos los martes: «¿De qué coño escribo?» A esa sensación de mente en blanco, papel en blanco e ideas pobres y dispersas lo llaman «horror vacui». Mira que ya llevo años azacaneado en estos amenes de darles a ustedes la brasa dominical pero uno no acaba de acostumbrarse nunca a la responsabilidad de llenar ese vacío, ese abismo donde se puede verter desde una cosilla decente, aseada, hasta el más descomunal despropósito. De ahí el miedo. Procuro evitar recurrir a las noticias, a los titulares de los periódicos por no resultar cansino pero, agotados todos los recursos y habiendo hecho un ejercicio de reducción al absurdo que no me lleva a ningún sitio, claudico y empiezo a husmear por ahí a la caza y captura del penúltimo escándalo, el penúltimo «caso aislado». El recurso es cómodo, lo reconozco, pero infalible. Todos los días, si quieres tirar de denuncia satírica, alguien te escribe la columna, un aberrado, un mangante, un chorizo, un descuidero con corbata. Procedo pues y ¡zas!, el notición. La primera en la frente. Al fiscal anticorrupción le pillan asuntos turbios en Panamá, uno de tantos paraísos fiscales. Ahora, claro, por simpatía que es como estallan las bombonas de butano cuando lo hace una, Panamá debiera explotarles en la cara a los responsables de poner a la raposa a cuidar el gallinero. El fiscal anticorrupción, presunto «corrupto» que diría Pepiño Blanco. España es una fiesta, un cachondeo, oiga. Quién se aburra aquí no tiene perdón de Dios. Enseguida me meto a olisquear por las redes sociales a ver qué piensa la parroquia. Pues nada. Gatitos haciendo gracietas, el Coelho y sus mantras de Pero Grullo y poco más. Lo de siempre. Lo malo de haber casos aislados todos los días, es que generan costumbre, ni siquiera resignación. La gente prefiere colgar gatitos domésticos haciendo el tonto, que gatos garduños haciendo el egipcio.

También es noticia en este martes de lluvia cala bobos, algo inédito. A Mariano, nuestro valiente presidente que últimamente da alarmantes visos de debilidad neuronal (no en vano vota NO a sus propios presupuestos), sacando la lengua y mirando al infinito por do quiera que va, la Audiencia Nacional le ha sacado del plasma. Mariano se resistía y aducía razones tan peregrinas como ahorrarnos a todos los gastos de su desplazamiento. De Madrid a San Fernando de Henares, que es donde va a chupar banquillo, hay dieciocho kilómetros (yo le pago el taxi, qué coño) o por motivos de agenda, que entre lectura y lectura del Marca, extraños paseos de autómata y bizqueos de aviesa intención y fines intimidatorios, algo hará. Por ejemplo volver a marcarse un «esa persona de la que me usted me habla», versión «ese acontecimiento que se ha iniciado» cuando le preguntan por su comparecencia a declarar como testigo. Es un genio del eufemismo. Un presidente de gobierno llamado a declarar como testigo por la corrupción (casos aislados) de su partido y que siga gobernando. Que no, que no estamos en el África profunda de Bokassa o Idi Amin, que no estamos en el cuerno de África, que no estamos en una dictadura caníbal, que estamos en Europa. Creo que más que europeos somos «europedos». Qué descojono, tú.

Pues bien. Mariano (todo el mundo lo llama Mariano, con cercanía, con compadreo, porque se lo ha ganado a pulso) no sabrá nada, no dirá nada, no resolverá nada. Bizqueará en repetidas ocasiones cuando la mentira le haga espuma en la boca y puede que suelte alguna que otra marianada tipo en España hay españoles y muchos españoles que piensan que es el vecino el que elige al alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde. Y se ha acabado. Mariano seguirá siendo Mariano, presidente del gobierno, un galimatías con barba. Seguirá abrasándose las manos por la mafia que le acompaña y usted y yo?sí, sí, usted y yo, seguiremos la senda por donde ha ido la legión de perro flautas que en el mundo han sido. Siga usted buscándose la vida, compañero, que tenemos Mariano para rato, para mucho rato, y no es un juego de palabras.

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