Según los estudios, una de cada siete mujeres es tratada por depresión en algún momento entre el año previo y el posterior al embarazo, y una de cada ocho embarazadas toma antidepresivos. Suele diagnosticarse cuando aparecen durante más de dos semanas sentimientos fuertes de tristeza, inquietud o irritabilidad, llanto frecuente, sentimientos de culpabilidad o rechazo de sí misma. Este trastorno también se caracteriza por cambios en la vida diaria de la mamá, tales como alteraciones en los hábitos alimentarios o de sueño, aislamiento social, y problemas para recordar o concentrarse.

La mujer que padece este trastorno acostumbra a sentirse cansada todo el tiempo, y son frecuentes los dolores de cabeza o estomacales.

Ante la aparición de estos síntomas, es de suma importancia consultar al especialista lo antes posible, porque la depresión durante el embarazo puede afectar a su bebé, bien sea causando un nacimiento prematuro, o un bajo peso en el niño al nacer. Además, se ha comprobado que estos neonatos son más irritables, menos activos, menos atentos y que tienen menos expresiones faciales que los bebés nacidos de mamás que no tienen depresión durante el embarazo.

No existe un consenso acerca de las causas de este síndrome, pero se ha asociado al cambio de los niveles de hormonas que ocurren durante este período, las cuales controlan las emociones y el estado de ánimo, y a otros factores de riesgo, como un historial familiar de depresiones, problemas con la pareja, estrecheces económicas, factores vitales estresantes como muertes cercanas recientes, o el consumo de alcohol, o drogas ilegales.

Para tratarla, existen, desde los grupos de apoyo, hasta la psicoterapia, pasando por medicamentos -siempre recetados por el médico especialista-, o la terapia electroconvulsiva, en la cual se aplica un pulso eléctrico por el cerebro, y es considerada una opción segura durante el embarazo.

Mirado con más detenimiento, encontramos que no siempre es fácil afrontar este acontecimiento vital. En muchas ocasiones, la llegada de un bebé se celebra con enorme felicidad, pero también es frecuente que los padres comiencen a generar grandes expectativas, a ponerse a sí mismos el listón muy alto, es decir, pretender ser perfectos, y ello les puede causar ansiedad, desacuerdos, conflictos.

También puede que la mujer albergue sentimientos ambivalentes, que se cuestione el modo en que integrará su faceta de madre con su carrera profesional, con su vida social, sus hobbies. Que no se sienta preparada, que tema cometer errores, que se obsesione con posibles problemas en la evolución del embarazo y el parto.

Ante todo ello es recomendable que los futuros papás se pregunten si quieren transmitir todos esos miedos al bebé y cargarlo con sus propias expectativas, o prefieren brindarle la capacidad de disfrutar sencillamente de lo que está sucediendo.