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Javier Mondéjar.

El socialismo de Pilar

Cuando me pongo a escribir procuro tener cerca la actualidad pero intento no ser atropellado por ella de tal forma que la pasión no sustituya a la reflexión. Ya sé que al lector no le interesan nada los teatrillos que me monto, pero es que en la cabeza del que esto escribe conviven en desigual armonía el periodista desbordado por el día a día, el escribiente costumbrista recordador de historias e historietas y el indignado burgués que marca sus pautas y aúlla a la luna, como los lobos, además de otra media docena de personajes que no menciono para no dar pistas. Esta semana no tenía ninguna intención de escribir sobre las primarias del PSOE, me estaba dando tiempo, pero en esto muere Pilar Castillo, un referente del socialismo alicantino, y me tira abajo toda la estructura.

¿Quién era «Sor Pilar»?: una monja laica -entiéndanme la metáfora- concejala de asuntos sociales en los ochenta, referente de dignidad, de amor a su partido y a los ciudadanos más desfavorecidos, además de amiga de sus amigos y por encima de todo leal a su ideología y a las personas a las que quería, que sin duda eran muchas, hasta yo mismo y mira que soy complicado de querer. Siendo un pipiolo-plumilla-municipal Pilar me llevó a conocer vidas paralelas que un burgués -todavía no indignado- no conocía más que por los libros. Ella era de esas personas que quería cambiar la realidad, mejorarla, ese viejo adagio de los políticos que tan pocas veces se ve y que tanto se menciona en vano. Le importaba tres pitos el cargo, el sillón, los privilegios o que le saludaran los guardias municipales, pero se emocionaba cuando iba a Montoto y los niños y las mujeres hacían racimo a su lado. Yo lo he visto, no me lo han contado.

En las dos primeras legislaturas en democracia el Ayuntamiento del PSOE en Alicante pasó de etapas de ilusiones e ignorancia a otra de certezas, escepticismo y pragmatismo: del voluntarismo a la profesionalización. La evolución-involución de algunos de los que allí empezaron fue como un triple salto mortal sin red; en algunos casos se estamparon contra el suelo, en otros se les quedó pequeño el escenario y soñaron con circos mejores y gentes hubo que mejor no mencionarlas.

Pilar, no. Ella fue la misma, por eso el PSOE triunfante, aquel de Felipe/ Guerra y también de Boyer y de Solchaga, el ministro que alardeaba de que España era el país donde era más fácil y más rápido enriquecerse, se quedó sin espacio para soñadores que les contaran las verdades del barquero y sí para los personajes que defendían la especulación, el crecimiento de la economía a costa de lo que fuera, y el dios dinero por encima de cualquier ideología. Ella permaneció sin moverse de la quinta fila, y siguió sintiéndose orgullosa de ser socialista aunque no se reconociera en los nuevos dirigentes, al fin y al cabo nunca fue estratega, era un buen soldado.

No tengo ni idea de lo que pensaba del PSOE en estos tiempos convulsos, hacía mucho tiempo que no hablaba con ella, pero como símbolo de un montón de militantes de toda la vida seguramente se avergonzaría de la imagen de desunión, deslealtades y traiciones que culminaron el pasado domingo con lo que puede ser un suicidio o una esperanza, según hables con unos o con otros. Las bases han pegado una patada a la «intelligentzia»: los cuadros dirigentes; falta ver si no se han pegado una patada en el propio culo. Resulta curioso cómo una y otra vez se repiten los mismos procedimientos en un partido centenario: llega un día en que tras pasar a la oposición se convierten en maestros en ganar asambleas y perder elecciones. En la Comunidad Valenciana, en Alicante, llevan dos décadas así y no me digan que tienen el poder en la capital y en la Generalitat, porque el poder es cosa bastante diferente al mando teórico que ejercen Echávarri o Puig y los votos con que ambos llegaron al puesto es como para mirárselo.

En España corren el riesgo de convertirse en un partido testimonial y perfectamente prescindible, un fósil en el que sale a hablar el abuelito González y parece tan antiguo en sus planteamientos como Pablo Iglesias el auténtico, mientras que Pablo Manuel Iglesias prepara cuchillo y tenedor para comérselos con patatas. ¿Existirá el PSOE dentro de 20 años? No me atrevo a jugar a augur, pero ahora mismo no me apostaría una cena. El mismo partido que fue un soplo de aire fresco en los ochenta, cuando Pilar era concejala, es rancio y desfasado ahora mismo. Si el triunfante resucitado no cambia les veo cerca de la política/espectáculo de Podemos, con lo que habrán perdido un montón de votantes más y vienen rompiendo todos los suelos electorales de Zapatero para acá. Se les van a ir directamente los socialdemócratas que el domingo gruñeron que a éste le va a votar Rita y los de más izquierdas que entre el original y la copia no tienen dudas. Algún día les contaré lo que opino de Sánchez, pero hoy no.

Iba a escribir que el último que vote al PSOE que apague la luz, pero seguramente quedarán aún militantes como Pilarica que morirán envueltos en la bandera de la pluma y el yunque, los mismos símbolos de una insignia antigua de solapa que guardo como oro en paño y que me susurró mi abuelo paterno -hace una eternidad- que le había dado Pablo Iglesias en persona.

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