De la mano magistral de María José Cerdá, directora del Museo del Mar de Santa Pola, la inauguración de los «Poemas Pictóricos» de Antonio Ballesta culminó cualquier expectativa. Con un llenazo hasta las tres banderas, la española, representada por el pintor, la belga, representada por su candidato a Premio Nobel de Literatura de este año, Germain Droogenbroodt, poeta y editor de Miguel Hernández en doce idiomas, y la italiana, que representó por videoconferencia el poeta y académico, Pier Franco Bruni, todas las sabidurías y esfuerzos de todos demostraron que el éxito, además, era merecido. Por eso, no es de extrañar que Ballesta, «rodeado de miles de campanillas», que escribiera Lorca para versos como los de Germain y la guitarra de Vicente Ballester, con la sala «Baluarte del Duque» sirviendo de improvisado firmamento al baile de las estrellas, calificase su infinita iluminaria como su gran bautismo de entusiasmo, recogiendo el de todos los asistentes como si fuese propio.

De su obra, escrita y pincelada al alimón junto a Miguel Hernández, Federico García Lorca y Ma ría Zambrano, dijo V. Venneri, historiador y crítico de arte al que conoció aliñando juntos «Las alcachofas de Caravaggio», que Antonio «pinta los versos, los mensajes y las inquietudes» . Jesucristo Riquelme (AICTEH) dijo que su creación surge del aislamiento, que sus musas son el trabajo, que el de Redován diluye los colores en la misma herida, sangre y sudor, como hizo la Verónica en el Vía Crucis, porque Antonio Ballesta, un pintor de Museo, invita a pensar y a leer?

Y con esa invitación de Jesucristo (Riquelme), leo el Génesis, cuando «en el principio Dios creó la tierra y viendo que era bueno, cogió barro», ocre de labranza y vida, como los que hipnotizan en los lienzos Ballesta, y «modelándolos a su imagen y semejanza, creó Dios al hombre y la mujer». Continúo con la invitación a la lectura de sus cuadros y, «durmiendo en la luz para despertar en las sombras», como escribiera María Zambrano, «negándome a cerrar los ojos, muerto mío», como escribió Miguel Hernández, porque «la soledad es la gran talladora del espíritu», que decía Lorca, veo que Antonio Ballesta, pintando su testamento espiritual, cultural y moral en todas sus series, volando a la altura de sus ilusiones junto a su Beatriz, su Julieta, su Ana y al compás de la música más venerable, ha hecho de la pintura la religión que da sentido a su vida invitándonos a crear como la única manera de dar sentido al Génesis y parecerse al Creador; y veo que todo lo demás es pecado.