Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Fernando Ramón

Ciberataques

Las sospechas de intromisiones cibernéticas rusas en el seno de la candidata demócrata en las presidenciales norteamericanas y las denuncias de los intentos de desestabilizar la segunda vuelta de las elecciones en Francia, con archivos pirateados de correos electrónicos, documentos contables, «hackeo» de información personal y profesional, han puesto en evidencia política cómo los ciberataques, el terrorismo informático, se apodera de todas las estructuras sociales. Cada vez más, la seria amenaza en que se ha convertido la ciberdelincuencia no sólo se detiene en los grandes centros de poder sino que desciende hasta la escala personal. Quien más y quien menos es consciente de que la globalización, vía internet, controla todo nuestro entorno: datos particulares y profesionales, perfiles sociales, contraseñas de acceso a la información confidencial, ya sea mercantil, bancaria o de sesgo muy personal. Pero esa sensación de estar controlados se está transformando cada día más en temor, en un miedo que se va generalizando por ser potenciales víctimas de ciberataques, de estafas, de secuestros de datos, por los que nos bloquean los ordenadores y nos piden el pago de un rescate. Una sensación de inseguridad que, por un lado, nos invita a darle la espalda a una realidad cada vez más presente y, por otro, a sentir la necesidad de tener que enfrentarnos a ese peligro que deja de estar en ciernes y que va creciendo exponencialmente en una economía digitalizada donde el tejido económico de la provincia lo sustenta la pequeña y mediana empresa. Porque esos ataques informáticos afectan a las grandes estructuras políticas, a las economías domésticas y también a las firmas mercantiles en todas sus vertientes, máxime cuando el espionaje industrial a niveles artesanales de copiar modelos, cámara fotográfica en ristre, en los escaparates y en los certámenes feriales, se ha sustituido por un sistema más sofisticado, aunque no excesivamente complejo para los expertos por los agujeros negros existentes. Si pensamos que lo de Clinton o Macron es cosa de altos vuelos, los 2.000 ataques de promedio diario que sufre la provincia nos hará comprender que no sólo no estamos exentos del problema sino que la ciberseguridad se ha convertido ya en una preocupación y en, algunos casos, una obsesión de los dirigentes empresariales alicantinos.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats