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Antonio Sempere

Como en «La cabina»

Atención, noticia. Acabo de tomar un tren Civis de Alicante a Elche que ha llegado a destino un minuto antes de lo previsto. Los Civis, para los no avisados, son Cercanías con carrocería de Cercanías, sus mismos ruidos, idéntica solera (trenes diesel cosecha de los 70) que realizan los trayectos entre Alicante y Murcia en menos tiempo porque se supone que evitan algunas paradas. Como por ejemplo, Torrellano. Claro, que esto no quita para que en numerosas ocasiones estos trenes «rápidos» se vean estacionados en la playa de vías que se encuentra antes de llegar al túnel de Elche, esperando el cruce de otro tren, incluso otro Civis.

La cuestión es que el de las 7.25 de la mañana ha cumplido sobradamente su función. Tras llegar al apeadero de San Gabriel, y dejar paso a la maniobra del retranqueo del Talgo con destino a Barcelona, que da la impresión de desplazarse hasta la estación de Alicante marcha atrás, mi Civis dijo aquí estoy yo, y el maquinista se permitió el lujo de llevar a cabo esa operación tan inusual que es circular con la vía despejada entre Alicante y Elche, sin semáforos en rojo. El resultado, 14 minutos de trayecto desde San Gabriel hasta la estación de Elche. Lo lógico, por otra parte. Lo sensato. ¿Por qué esta línea de cercanías dejó de tener su punto de partida en la Estación de Murcia en Benalúa? De este modo, los trenes saldrían en línea recta, sin retranqueo que valga, y aunque la vía siga sin estar desdoblada y sin electrificar, al menos evitaríamos esa vuelta tan absurda que tantos retrasos provoca.

Porque la verdad, y de ahí mi euforia matutina, es que encontrar por la tarde un Civis que haga honor a su nombre es harto difícil. En cuanto los cruces de los trenes se «desincronicen», y con la vía saturada es lo más normal, no es que los Civis no paren en Torrellano. Es que se detienen hasta Aguamarga, si es menester.

A todo esto, leemos que la línea AVE Alicante-Madrid es la tercera más veloz de España. Es decir, que primero se alarga el trayecto original en 100 kilómetros, y después nos ponemos a jugar a ver quién corre más. ¿No sería más lógico realizar el camino más corto, la línea recta, para más inri, la que inauguró la reina Isabel II hace más de siglo y medio?

En fin, que cuando el tren se detiene andén con andén con otro convoy, y detengo mi mirada en los pasajeros que pacientemente aguardan en él, no puedo dejar de pensar en La cabina de Mercero. No hace falta irse a la ficción. Vivimos el encierro a diario. Y encima lo vemos como lo más normal del mundo.

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