En 1931, a los pocos meses de la proclamación de la II República, se aprobó la creación en Elche del primer Instituto Nacional de Segunda Enseñanza, todo un acontecimiento, como bien ha estudiado el profesor Vicent F. Soler en su libro Institut Nacional de Segona Ensenyança d'Elx (1931-1939). En aquel momento nuestra ciudad contaba con un representante en las Cortes Constituyentes de 1931, Julio María López Orozco. Parece que el médico ilicitano ejerció desde Madrid un papel importante para que este instituto pudiera finalmente ver la luz en nuestra ciudad.

Como se ha apuntado en muchas ocasiones a través de varios artículos de opinión en este mismo diario, la ausencia de ilicitanos en los órganos constitucionales de representación nacional como el Congreso o el Senado, en otros puestos de representación pública del Gobierno y, en general, en instituciones de influencia tanto públicas como privadas de todos los ámbitos: empresarial, cultural, social, etc., se traduce en la falta de visibilidad y en una pérdida evidente de oportunidades de una ciudad como la nuestra, significativa tanto por población como por su peso económico.

No se trata de que no haya ilicitanos preparados para ello, sino, desde mi punto de vista, de múltiples aspectos que giran en torno a una visión excesivamente localista y desactualizada que todavía no ha dado el paso decisivo en consonancia con la evolución de nuestra ciudad.

En primer lugar, uno de los aspectos, que todos ya conocemos bien, es la propia motivación que rige la elaboración de las listas electorales para estos órganos de representación nacional que obedece a asuntos «clientelares» de intereses personales, ni tan siquiera de partido, más que a los intereses generales. Sólo así se explica que los dos grandes partidos políticos en número de votos no cuenten con ningún representante ilicitano. Y no vale eso de que en estas últimas elecciones generales han perdido muchos votos, porque no estaríamos hablando de esto si hubieran contado con un representante ilicitano, al menos, como número dos por la provincia en consonancia con la segunda posición que ostenta nuestra ciudad en ésta.

En este sentido, si fuéramos más exigentes como votantes, seguramente se lo pensarían dos veces a la hora de configurar las listas electorales. Luego quedaría por ver si efectivamente los candidatos son los mejores por trayectoria y preparación para representar los intereses de la ciudad.

Por otra parte, existen otros aspectos culturales en el sentido más estricto del término.

Si a una adecuada representación política añadimos una apuesta estratégica, como ya apuntaba Miguel Ors Montenegro la semana pasada en este diario, sobre nuestro patrimonio arqueológico y una política turística más ambiciosa y coherente, posiblemente Elche tendría mayor visibilidad. Aunque Elche cuenta con dos Patrimonios de la Humanidad que la sitúan evidentemente en el mundo y que nos han cambiado como ciudad, no nos deberíamos olvidar de todos aquellos ilicitanos universales que a lo largo de la historia influyeron y transformaron el mundo en el que vivieron de alguna manera y que, lamentablemente, ya nadie recuerda ni reivindica como patrimonio universal. No me refiero sólo a que se trata de un hecho de justicia, sino de identidad y visión cultural. Personajes, por poner dos ejemplos claros, como Antonio Flores, reconocido escritor y periodista del siglo XIX, alto funcionario de la Corte Real que llegó a ser distinguido como Comendador de la Orden de Carlos III, o Pedro Juan Perpiñán, famoso intelectual jesuita que influyó decisivamente sobre la configuración de la Compañía de Jesús por toda Europa en sus inicios, al que la prestigiosa profesora de la Universidad de California, Sefania Tutino, acaba de dedicarle un capítulo en su último libro, Shadows of Doubt, cuentan con el único y pobre reconocimiento de una calle en nuestra ciudad y la condena al olvido como respuesta institucional.

Una visión más amplia de nuestro patrimonio nos permitiría ampliar nuestra naturaleza cultural. Difundir sus figuras y motivar líneas de investigación aprovechando la presencia de tres universidades en nuestra ciudad, organizando congresos, celebrando sus aniversarios, difundiendo sus obras, etc., ayudaría a crear una imagen más universal de Elche, culturalmente más rica y poliédrica.

Como se suele decir, no hay nada más universal que lo local. Por esta razón, no debemos perder la oportunidad de aprovechar todo nuestro patrimonio local, tanto cultural como social, y exigir a nuestros representantes que aspiren a lo universal.