Entiendo que la era del conocimiento, como se han empeñado en llamar a este periodo de tiempo desde la década de los 90, empezó hace muchísimo tiempo antes, en épocas remotas.

La verdadera época del conocimiento empezó, desde mi punto de vista, cuando el ser humano fue capaz de desarrollar las criticas habilidades del lenguaje y la escritura. Ellos han sido de decisiva importancia en la evolución del pensamiento humano y de la cultura en general. Lenguaje y escritura han creado propiamente la posibilidad de la tradición de los conocimientos acumulados. El hombre es el primer ser vivo que consigue un proceso de conocimiento que rebasa en su continuidad la duración de la vida individual.

Todos nos erguimos sobre los hombros de nuestros antepasados de miles y cientos de miles de años. En nosotros esta acumulada la sabiduría, reunido un conocimiento que procede de la entera profundidad de nuestro pasado. De ese tesoro vivimos aunque vivamos para el día a día y olvidemos con demasiada facilidad las fuentes profundas de nuestra cultura

Al mismo tiempo, este proceso ha ido despertando de manera continuada, la curiosidad, el ansia de saber y el interés por resolver los complejos problemas que la incertidumbre presenta en cada momento de la existencia. Es algo que ningún otro ser vivo es capaz de hacer.

Cada invención científica y tecnológica a cualquier nivel, sea en el área industrial o en la medicina, por ejemplo, queda claramente establecida y sirve de base para otros progresos posteriores. Lo mismo se podría decir de las ideas y escuelas en el campo de la economía, la sociología, la política, el arte o la enseñanza. Por poner solo un ejemplo mas allá de las ciencias naturales, si hablamos de literatura, los dos mas grandes genios de la historia, Miguel de Cervantes y William Shakespeare, escribieron sus obras maestras alrededor de 1600.

Todas las llamadas revoluciones industriales se ha asentado y apoyado sobre las bases establecidas por las anteriores. Nunca se ha partido de cero, en todas y cada una de ellas se han tenido en cuenta el saber y experiencias aportados por las anteriores, bien para hacerlas mejorarlas, para modificarlas o cambiarlas cuando la realidad lo ha exigido.

La primera revolución industrial se desarrolla a partir de 1770 con la introducción de sistemas de producción mecánicos de tracción hidráulica y de vapor, con la aparición de la primera maquina de vapor de Boulton y Watt (1774), primer telar mecanizado (1784), la pila de Volta (1800), la primera tabla periódica de afinidades de E.F. Geoffroy (1718), la locomotora de vapor capaz de unir dos ciudades sobre una linea férrea (1829), entre otros muchos avances.

La segunda revolución industrial, a partir de 1850, nos trajo la producción en serie, la división del trabajo de producción, el uso de sistemas eléctricos, el desarrollo de la industria química, eléctrica y automovilística. Aparecen, por ejemplo, la primera cinta transportadora (1870), la primera central eléctrica de uso comercial (1871), Thomas Edison patenta la bombilla (1880), primer automóvil de combustión eléctrica (1886) y la primera transmisión de radio (1897).

Desde 1950, la tercera revolución industrial con el desarrollo de la microelectrónica y tecnología de la información para automatizar la producción, se incorporan los primeros ordenadores personales (1962), primer controlador programable (PLC) que regula la producción (1969) y el nacimiento de Internet (WWW-World Wide Web, 1990).

Todas ellas tuvieron un impacto de inmensas consecuencias en la sociedad, en la cultura, en el empleo y desarrollo de la economía.

La gran mayoría de estos avances tuvieron su aparición y desarrollo en los países de la zona occidental, básicamente en Europa y Estados Unidos. Pero en la década de 1980 se produce un fenómeno importante para los países asiáticos y con consecuencias a nivel mundial.

Un ingeniero y estadístico estadounidense llamado Edwards Deming se desplaza a Japón, después de que sus teorías sobre calidad y competitividad no fueran escuchadas en su país de origen. Presenta un desarrollo integrado de la calidad, que aprovecha primordialmente la industria automovilística de aquel país.

Ahí nace el conocido sistema de calidad de Toyota, que posteriormente es aplicado, no solo en el campo del automóvil, sino en toda la industria en general en todo el mundo, incluyendo, obviamente, a Estados Unidos. Como consecuencia, todas la industrias se ven forzadas a certificarse en sistemas de Calidad Total.

Es un fenómeno revolucionario que incluso hizo temer, en aquellos años, por la supervivencia del automóvil en los países occidentales, Afortunadamente no ocurrió, pero estos eventos dieron un empuje y consolidación muy importante a los países asiáticos que ya no dejaron de jugar un papel critico en la economía global, y no solo en el campo del automóvil. Los bajos costes de producción, en la industria en general en algunos de ellos, han representado y lo siguen haciendo, un gran reto para los países industriales desarrollados.

Seguimos inmersos en ese proceso continuo de acumulación de saber, de aprovechamiento de experiencias contrastadas y alumbramiento de nuevos conocimientos.

Albert Einstein, consciente del enorme reto que representa el seguir descifrando los misterios de la naturaleza, decía que "no importa todo lo que se puede medir, ni se puede medir todo lo que importa".

Es un enorme desafio poder seguir subiendo peldaños en el proceso de descubrir, medir y hacer realidad nuevos fenómenos que traigan una mejor calidad de vida para la humanidad, ya sea en el campo industrial o en el campo de la medicina y la salud.

Grandes avances en este apasionante camino nos llevan a la cuarta revolución industrial. Fuertemente cimentada en las anteriores, la implantación de la industria digital, la impresión 3D y la Fabricación Avanzada 4.0, representan nuevas formas de actuación, un avance en la forma de operar y en la cultura de las empresas e instituciones que afectan a toda la economía.

Y la era del conocimiento va a continuar en el futuro. Nuevos retos seguirán trayendo nuevos descubrimientos aportando valor añadido a nuestras vidas.