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La reforma europea de los derechos de autor: entre la protección del periodismo de calidad y la creación de la máquina de censura definitiva

La reforma europea de los derechos de autor sobre los contenidos producidos por los medios de comunicación y luego difundidos a través de plataformas digitales como Google abre un enconado debate que, en principio, parece de imposible resolución.

Estos son los dos principales argumentos enfrentados: de un lado, los editores, que piden que se proteja el negocio de la prensa y subrayan que los gigantes tecnológicos están drenando impunemente la viabilidad de las empresas periodísticas al aprovecharse de sus productos sin pagar un euro; del otro lado, un grupo de entidades variopintas, que aseguran que esta reforma va a crear "la máquina de censura perfecta".

Este es el punto de partida. La UE quiere reformar la directiva comunitaria vigente -hecha en 2001, en la prehistoria de internet- para garantizar a los editores de prensa su derecho exclusivo sobre los contenidos que generan sus periodistas. Ese derecho tendría dos consecuencias inmediatas. Una: sólo los editores pueden autorizar o denegar a los agregadores de noticias (Google, Youtube, Facebook€) que utilicen esos contenidos en la red. Los medios de comunicación tendrían ese privilegio para proteger sus productos online durante 20 años. Segunda consecuencia: las grandes plataformas digitales tendrían la responsabilidad de aplicar un filtro preventivo para evitar la difusión de contenidos pirateados. A partir de estas dos premisas comienza el desencuentro mayúsculo.

Los editores de periódicos, entre ellos los españoles, están muy de acuerdo con esta reforma europea de los derechos de autor (copyright). Argumentan que así se protege el periodismo de calidad. No hay empresa que sea viable si regala sus productos. Y sin empresas solventes no hay independencia periodística; adiós al tan necesario contrapoder democrático de la prensa. Y adiós a miles de empleos. De la reforma se deduce que los editores podrán negociar, por ejemplo con Google, una compensación económica por la difusión que se hace en los agregadores de noticias de los contenidos producidos originalmente por periodistas cualificados.

En el campo contrario juegan los gigantes de internet. Google no quiere verse atada a esa obligación general de compensar a todos los medios, aunque sí ha iniciado proyectos de colaboración con algunos, garantizándoles el control de los ingresos. (Es un cambio con respecto al órdago anterior: en España Google suspendió su agregador Google News cuando el Gobierno de Rajoy aprobó una compensación irrenunciable a los editores a cambio de usar fragmentos de las noticias). Además, las multinacionales tecnológicas argumentan que es materialmente imposible filtrar en tiempo real todos los contenidos que se suben a la web. Por ejemplo, en Youtube, propiedad de Google, se suben cada minuto más de 400 horas de vídeo. ¿Cómo se inspecciona todo eso para expurgar a todos los piratas y plagiadores?, preguntan.

Los gigantes de la red no sólo son los únicos que rechazan la reforma. También algunos sectores de usuarios. Se ha producido una singular coincidencia entre algunos eurodiputados, expertos académicos y activistas de las redes. Se preguntan por una peligrosa consecuencia indeseada de la reforma del copyright: ¿estamos ante el surgimiento de un gigantesco mecanismo de censura de todo lo que se difunde en internet, que supuestamente debería ser un espacio de libertad? So pena de tener que asumir indemnizaciones, las plataformas tendrían que instalar ese filtro (un algoritmo matemático) para evitar la difusión indebida de noticias elaboradas por los medios. Además, los encargados de señalar qué contenidos no pueden difundirse online serían los titulares de los de los derechos (asociaciones de editores o sociedades de autores) y no los jueces. Este último aspecto, según los detractores de la reforma, podría permitir la restricción de la liberad de expresión esgrimiendo la titularidad de los derechos de autor. Organizaciones como la española Xnet llaman ya a esta reforma "la máquina de censura definitiva". Dicen que se está creando una "policía de los contenidos" que acabaría con la creatividad y la innovación en internet. La UE tendrá que hilar muy fino. Hay muchos miles de millones y empleos en juego.

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