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Ánxel Vence

Separatismo en la Liga

Del Bosque ante una eventual independencia de Cataluña

Preocupado por una eventual independencia de Cataluña, Vicente del Bosque ha hecho notar que eso resultaría desastroso para la Liga española. Hombre: igual lo sería también para España en general y Cataluña en particular, dado lo trabajoso que resulta deshacer un Estado y construir otro por partenogénesis. Pero Del Bosque fue seleccionador nacional y cada uno piensa en lo suyo, como es lógico. Tampoco le falta razón al ex entrenador de La Roja. España, como cualquier otro país devoto del balón, es un ente más deportivo que político al que en realidad vertebran el fútbol, la Primitiva y la común afición al tapeo. Sobre todo, el balompié.

Todos los reinos autónomos de este país se parecen en querer ser distintos los unos de los otros; pero cuando se trata de asuntos realmente serios -como el fútbol-, las diferencias tienden a diluirse. Si algo tienen en común los españoles -y los italianos, y tantos otros- es el fervor que desata en ellos la pertenencia a un club. Ahí no hay política ni señas de identidad que valgan. Tan apasionados son los bilbaínos con su Athletic Club como los catalanes con el Barça o los madrileños con el Madrid. Por lo general, los clubes son industrias tirando a ruinosas que, sin embargo, sobreviven gracias a las periódicas inyecciones de liquidez que les proporciona el Estado. Solo ellas obtienen el perdón fiscal del implacable Montoro y la condonación de deudas de la Seguridad Social que en modo alguno se contempla para otras empresas. El Gobierno, atento a la jugada, no dudó en conceder al fútbol -hace ya veinte años- el rango de asunto de "interés nacional". (Para que luego digan que los políticos no saben recoger el sentir de la calle). Por eso apunta muy bien Del Bosque cuando advierte que la independencia de Cataluña sería una catástrofe para la Liga.

En efecto, el principal obstáculo con el que se encontrarán los partidarios de la secesión catalana no es de orden económico, patriótico, constitucional o afectivo, sino futbolístico. La desaparición del clásico Madrid-Barça sumiría en la depresión a los aficionados al fútbol, o lo que es lo mismo: a la inmensa mayoría del país. Sin distinción entre culés o merengues. Esas son palabras mayores, naturalmente. Todo lo demás se puede sobrellevar, aunque parezca de difícil solución. Una frontera en el Ebro se salva con el correspondiente pasaporte para los ciudadanos. Y ni siquiera eso en el caso de las empresas, que suelen levantar el vuelo en cuanto notan algo de inseguridad -no digamos ya de lío- que pueda afectar a la recolecta y cobro de beneficios. Con o sin nuevas fronteras, los negocios seguirán en movimiento. Salvo el fútbol, claro. El fútbol es otra cosa de mucha mayor trascendencia. Lo dijo en su día Bill Shankly, legendario entrenador del Liverpool: "Algunos creen que el fútbol es una cuestión de vida o muerte, pero es algo mucho más importante que eso".

Tanto es así que los recursos al Tribunal Constitucional debiera fundarlos el Gobierno en los efectos gravísimos que la independencia de Cataluña tendría sobre el fútbol en general y la buena marcha de la Liga en particular. Ya fuesen del Madrid, ya del Barça, lo seguro es que los magistrados votarían unánimemente por el mantenimiento de la Liga. Es decir: de España.

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