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Un duelo de almas gemelas

La eliminatoria entre el Bayern Munich y el Real Madrid enfrentará a Zinedine Zidane con su maestro, Carlo Ancelotti

La eliminatoria entre el Bayern Munich y el Real Madrid tendrá, entre otros alicientes, el de analizar el duelo de banquillos. Porque en ellos se sentarán dos almas gemelas, las de Carlo Ancelotti y Zinedine Zidane. Será mucho más que el típico enfrentamiento entre el maestro y el alumno. Representan a dos instituciones con tanta historia y tanta presión, que el que salga derrotado quedará bajo sospecha. Personalmente, Zidane y Ancelotti tienen muchos rasgos en común. Futbolísticamente es difícil comparar a un entrenador que lleva más de veinte años al máximo nivel y otro que va por su segunda temporada en uno de los escaparates más admirados. En Turín empezó todo. Al margen de su afinidad personal, Ancelotti y Zidane beben en las mismas fuentes.

Pese a su origen francés, Zidane acabó de forjarse como futbolista profesional en la Juventus de finales de los 90, cuando el fútbol italiano aún marcaba tendencia en Europa. La etapa de Ancelotti en el banquillo de la Juve coincidió con las dos últimas temporadas de Zidane antes de sumarse al proyecto galáctico de Florentino Pérez. Ahí empezó a gestarse una buena relación personal y una admiración, mutua, por sus capacidades profesionales. El matiz de Zinedine. Con la destitución de Rafa Benítez y la elección de Zinedine Zidane para sustituirlo, Florentino Pérez volvía a la casilla de salida del verano de 2015, cuando despachó a Ancelotti después de una temporada decepcionante. En pocos meses, el presidente madridista comprendió que el vestuario no aceptaba la rigidez personal y futbolística de Benítez. Así que nadie mejor que Zidane, un mito del madridismo con buena reputación entre los pesos pesados de la plantilla, para enderezar un rumbo que, a principios de enero, parecía conducir hacia una temporada en blanco.

Al margen de recuperar un ambiente más distendido para los entrenamientos y las ruedas de prensa, Zidane siguió en un primer momento el librillo táctico de su maestro, condicionado por la BBC. Hasta que una derrota frente al Atletico de Madrid en el Bernabéu le hizo recordar una palabra que Ancelotti había repetido como un mantra: equilibrio. Xabi Alonso se lo dio en su primera temporada, pero nunca lo pudo encontrar con Kroos ni cualquier otro centrocampista. Zidane probó con Casemiro, que había vuelto del Oporto, y dio con la fórmula mágica. El mediocentro brasileño ha sido el pegamento imprescindible para un equipo que se rompe con demasiada facilidad por la propensión del tridente a desentenderse del trabajo defensivo. Rigidez y mano izquierda. Al margen de este matiz táctico, la forma de llevar a sus equipos de Zidane y Ancelotti se parecen como dos gotas de agua. Los dos procuran tener implicados a todos los integrantes de la plantilla, pero demuestran personalidad a la hora de tomar decisiones. El francés, como el italiano en su momento, ha dejado muy claro que la BBC es indiscutible, por mucho que se insista, con datos estadísticos incluidos, que el Madrid es más sólido a partir de un 4-4-2. Zidane también ha demostrado mano izquierda para apagar los fuegos provocados por los egos de futbolistas como James o Isco, a los que les cuesta aceptar su papel de secundarios. Finalmente, el capítulo de parecidos razonables se completa con la habilidad para escaquearse de polémicas, sobre todo las relacionadas con los arbitrajes o la rivalidad con el Barcelona.

La descompresión de Carlo. En el Bayern, Ancelotti está jugando un papel semejante al de Zidane en el Madrid. El italiano ha descomprimido un vestuario agotado por el nivel de exigencia de tres años con Guardiola. Apenas han cambiado los nombres ni la disposición táctica del campeón alemán, pero sí se nota mayor versatilidad. A Ancelotti le gusta que sus jugadores manejen el balón y lleven el ritmo del partido, pero no le hace ascos a los desplazamientos en largo ni al contragolpe. Habitualmente juega con un 4-3-3 para explotar su tremendo potencial atacante, que condena al banquillo más de lo imaginable a jugadores como Müller o Douglas Costa. Las declaraciones de algunos futbolistas, y el silencio de la cúpula directiva, plagada de leyendas del club, indican que Ancelotti ha encajado como un guante en Munich.

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