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Javier Mondéjar.

¿Tú a Valencia y yo a Murcia?

Es cíclico que la provincia de Alicante -mejor dicho, algunos en la provincia de Alicante- se echen periódicamente al monte de cuestionar la pertenencia a la autonomía, lo que no es extraño dado lo bien que les ha ido a los vecinos que no tienen la única Comunidad Autónoma bautizada como una sola de sus provincias. La nuestra, vamos. Es cíclico que a la que hay problemas con la capital del Regne nos hagamos los enfurruñados y amenacemos con irnos, al igual que en otros casos -y otras personas, comarcas, municipios y sindicatos- se tenga un cariño por Valencia inmensamente proporcional al desprecio que se siente por la capitalidad de Alicante. Esto es así y si tiene algo mejor, expóngalo, señora.

De Valencia a Murcia y tiro porque me toca han ido dirigentes empresariales en una incesante búsqueda de un asiento al sol desde el 78 del siglo pasado hasta aquí y lo que te rondaré, morena. Cada vez que les daban con la puerta en las narices se sacaba el espantajo del Sureste en procesión, en algunos casos con gran éxito de concurrencia, verbigracia contra ese apaño de trasvase Júcar-Vinalopó y paripés semejantes. Los victimismos son emocionalmente manipulables: hay muchas comarcas de Alicante que tienen más en común con Murcia y Albacete que lo que les une a Valencia, con el añadido de que no hay competencia posible porque ahí podríamos ser cabeza de león y no cola de ratón.

Si a ello sumamos lo bien que se lo han montado en Murcia con su autonomía uni-provincial y que Albacete ha conseguido una influencia decisiva en la de Castilla La Mancha, es grande la tentación de echar la culpa a Valencia de que Alicante no sea más porque nos envidian/odian y conspiran para que no nos subamos a la chepa a Valencia y que ya no somos la cuarta provincia de España «gracias» a los valencianos que no nos querían tan cerca. Y si se nos ocurre visitar la capital autonómica podemos cerciorarnos de que ser la sede del Consell trae evidentes réditos, porque no hay más que contrastar lo que era Valencia a. de a. (antes de la autonomía) y lo que es ahora. De la noche al día. Hombre, el AVE llegó dos años antes a Valencia que a Alicante cuando el rentable era el nuestro y gracias a ese retraso Málaga nos arrancó las pegatinas en su adelantamiento, por no hablar de Ciudades de y Cauces de. Que aunque lo parezca no es lo mismo el Oceanográfico que el Acuario de la Plaza Nueva.

Son argumentos de brocha gorda y no de detalle, pero así se escriben las páginas de los agravios y con menos se han organizado guerras civiles. Al fin y al cabo los pastos del vecino siempre son más verdes y él tiene muchos menos méritos, lo cantaba Lina Morgan en un cuplé: «Donde se mete la chica del diecisiete. De dónde saca pa tanto como destaca». Es fácil sentirse incómodos en una autonomía que mira al sur con recelo y que todo lo que no se ve desde las torres de Quart es tan lejano como salvaje e inexplorado. De ahí a decir que en la huerta del Segura, cuando ríe una huertana resplandece de hermosura toda la vega murciana hay un corto paso.

Por si no se han fijado -que ustedes estarán en otras cosas más importantes que en politiqueos político-empresariales- les doy una fecha: martes 14 de marzo. ¿Qué pasó ese día?, pues a ver, mientras unos representantes empresariales se iban a Murcia, otros se pasaban por Valencia a unirse a la nueva autonombrada patronal autonómica y otros se quedaban en Alicante. No les voy a decir quién es el asesino y quién inocente, les destriparía la película. Ustedes busquen, comparen y si encuentran algo mejor, cómprenlo, por una vez me voy a abstener de opinar que ya son mayorcitos para formarse una composición de lugar. Si quieren, que no es obligatorio.

Este peregrinar de los que aducen ser nuestros representantes empresariales contrasta con el día a día de nuestros empresarios, que si viajan se van -pagándose sus gastos- a Milán, a Berlín, a Nueva York, a Shanghai o a Casablanca a hacer sus negocios, que de ellos comemos casi todos. El problema es que al empresario fuerte, el que no está ahora mismo en la pomada ni quiere estar porque le repugna ese mundo, lo que le gustaría es que los problemas fueran los mínimos. Seguro que no quieren estar en Valencia, ese ya no es su mundo, tampoco en Murcia, que les resulta pintoresco, y desde luego poco en Alicante, que resulta provinciano, pero pretenden que en la medida de lo posible su retaguardia sea una balsa de aceite, porque no hay nada que asuste más a los mercados que las controversias y las desuniones.

Y mientras no nos demos cuenta de que no sirve de nada meter el dedo en el ojo al vecino no escarmentaremos. Unos a Boston y otros a California.

Genial.

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