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Zelandia, un nuevo continente geológico

El hallazgo de un equipo internacional de geólogos liderados por el neozelandés Nick Mortiner

Un equipo internacional de geólogos liderados por el neozelandés Nick Mortiner acaba de publicar en la "Geological Society of America" (GSA Today, vol. 27, 2017) un sorprendente artículo titulado "Zealandia: Earth´s Hidden Continent". Los científicos involucrados pertenecen mayoritariamente al Institute of Geological and Nuclear Sciences de Nueva Zelanda, a los que se unen dos de Nueva Caledonia y de Australia.

En una época en la que abundan sofisticadas técnicas de teledetección y geofísicas instaladas en los satélites y en los buques oceanográficos, parece sorprendente que haya pasado desapercibida la existencia del bisoño continente y hubiera que esperar al segundo milenio para descubrirlo. El nombre propuesto es Zelandia (Zealandia en inglés), que a la espera del parabién por la rigurosa comunidad científica pasaría a engrosar el modelo tradicional de seis continentes (aunque no hay unanimidad en cuanto a su número) conocido por todos desde que éramos escolares: América, Europa y Asia (Eurasia), África, Oceanía y la Antártida.

Es sabido que los continentes son los objetos sólidos superficiales más grandes que existen en nuestro planeta y, desde un punto de vista geológico, representan las principales masas litosféricas, incluyendo tanto las tierras emergidas como las plataformas continentales. Esto hace el que fuese muy improbable que, encontrándonos tan alejados de la era de los descubrimientos -centrada en los siglos XV y XVII-, pudiera existir un continente ignorado.

En los modernos tratados de geología se diferencian dos tipos de corteza litosférica: continental y oceánica. La primera se caracteriza por tener un espesor medio de ­35-40 kilómetros, aunque puede ser muy superior en algunos ámbitos montañosos, y consta de muchos tipos de rocas, incluyendo las sedimentarias; su composición media se asemeja a la de una roca granítica, se trata de litologías poco densas y con una edad de hasta 4.000 millones de años. La corteza oceánica presenta alrededor de 7 kilómetros de grosor y está formada por rocas ígneas de las familias del basalto y gabro, es mucho más densa y joven (como máximo, 180 millones de años).

Durante el último medio siglo las investigaciones geológicas pusieron mucho énfasis en la tectónica de placas (se han definidos 14 grandes placas, la mayoría de ellas compuestas con corteza continental y oceánica), también se avanzó mucho en el conocimiento del "rifting" (procesos involucrados en la separación de las placas) y de la subducción, del margen continental (plataforma y talud), y, además, se delimitaron varios microcontinentes.

¿Qué características presenta el nuevo continente? Los estudios realizados testimonian que al suroeste del océano Pacífico existe un extenso espacio continental (el 94% del mismo sumergido) de unos 4,9 millones de kilómetros cuadrados (casi diez veces el tamaño de España), mostrando una morfología alargada en sentido NO-SE. Sólo el 6% de su territorio, el correspondiente a las montañas más altas, asoma sobre el mar y corresponde a Nueva Zelanda, nuestra antípoda, a Nueva Caledonia y a un grupo de islas más ­pequeñas.

El continente de Zelandia está compuesto por corteza continental, caracterizada por diversas rocas ricas en sílice (ígneas, metamórficas y sedimentarias), y con una estructura cortical, respecto a la circundante oceánica, relativamente gruesa y de baja velocidad a las ondas sísmicas; en suma, con una geología distintiva y un entorno bien definido. Buena parte de las muestras que afloran en las islas y en las obtenidas mediante sondeos y dragado de los fondos marinos de este entorno demuestran la existencia de rocas del Paleozoico y Mesozoico, incluyendo las de naturaleza calcárea.

En su origen pertenecía a la gran masa continental situada en el hemisferio sur (conocida como Gondwana), que reunía a lo que en la actualidad son Sudamérica, África, India, Australia y la Antártida. En efecto, el continente puesto ahora de manifiesto proviene de la desintegración de Gondwana, evento que acaeció entre el Cretácico superior y el Paleógeno (desde hace 85 hasta 30 millones de años). Desde entonces, la convergencia de las placa Australiana (situada al Oeste) y Pacífica (al Este) ha levantado determinadas zonas, haciendo emerger los enormes esfuerzos tectónicos las dos islas que componen Nueva Zelanda.

No se trata de un hallazgo repentino y azaroso, sino que esta posibilidad se viene debatiendo desde hace 20 años, cuando Bruce Luyendyk, profesor de la Universidad de California (EE UU), propuso en 1995 la denominación de Zealandia para referirse a una banda de corteza continental que abarcaba, entre otros lugares, a la citada Nueva Zelanda.

Respecto al interés que pudiera representar este descubrimiento, aparte del puramente geológico, al tratarse de un continente sumergido con todo lo que conlleva la potencialidad de sus recursos (depósitos minerales y combustibles fósiles), abre novedosos caminos a la investigación biológica al poder permitir explicar los orígenes de la fauna y flora endémicas de esta alejada región geográfica. Ahora sólo hace falta que aparezca su expresión cartográfica en los mapamundis.

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