No puede ni debe pasar desapercibida en Alicante la noticia decidida recientemente en El Vaticano de la canonización del médico alicantino Pedro Herrero. Sobre todo, por el rigor con el que se toman estas medidas en la Santa Sede y los requisitos para que ello pueda concederse.

Nació Pedro Herrero en Alicante allá por el año 1904. Dicen de él que al no haber tenido descendencia con su mujer Patrocinio Javaloy Lizón amó con más fuerza a los del prójimo. Porque era médico pediatra de profesión, pero su arte en ella llegó más lejos, y se le han reconocido hechos inexplicables para la ciencia médica tras su muerte que han influido en la decisión de la canonización. Me cuentan de un abogado alicantino al que conozco por los seminarios del Colegio de Abogados de Alicante al que los médicos no daban muchas razones para curar de una enfermedad de la que acabó haciéndolo milagrosamente por la devoción de su familia a la figura de Pedro Herrero, algo en lo que hay que creer para que sea concedido. Como tantas y tantas personas que peregrinan a muchos lugares de España y el mundo, en la creencia de que su dolor y su mal tienen solución. Y ello, una vez que se les han dado los peores pronósticos y el dolor inunda su vida personal o la de un familiar directo, siendo la fe la que les lleva a creer que sí hay solución. Y es ante las pruebas sobre curaciones milagrosas sin sentido lo que dan lugar a canonizaciones como la que ahora se ha concedido a un alicantino.

Colaboró con el padre Fontova en la creación de La Ciudad de los Muchachos, en esa actitud suya de ayudar a los chicos y chicas con menos posibilidades y en la que su profesión de pediatra tuvo mucho que ver para que realizara actuaciones que la ciencia médica desconocía y desconoce, al no poderse dar solución a muchas de las curaciones que en este tipo de temas surgen. Ayudó, además, de con su actitud en la medicina y curaciones con poca explicación científica a muchos jóvenes, pero falleció el día 5 de noviembre de 1978. Pero ahí no acabó su ayuda porque para esta canonización es necesario que se haya producido y confirmado un milagro debido a su intercesión, lo que da lugar a la beatificación, y tras esta es preciso otro milagro que tras la confirmación de su intercesión da lugar a lo que ahora se ha ocurrido con la canonización.

Habrá gente que no crea en estas cosas, pero que cuando su vida o la de un familiar directo llega a situaciones límites le surge la duda de si ante la carencia de soluciones o respuestas eficaces al problema médico hay que acudir a creer en «algo más». Pero no es en situaciones límites cuando hay que creer en ellas, sino cuando te explican y cuentan de que esto existe y que se han dado casos -y muchos- donde estas cosas ocurren. Y que hay gente con un don especial para encontrar respuestas donde no las hay. Para encontrar soluciones donde nadie te las da. Y no se trata de cambiar el destino de las cosas con mecanismos extraños, porque nada hay de extraño en creer. Porque, al menos, si no se cree, hay que dejar que los demás lo hagan. Porque el respeto empieza siempre por permitir que quienes creen lo puedan hacer, y no separar o apartar la noticia, la opinión o la creencia que muchos alicantinos tienen y tendrán. Sin embargo, en la situación actual de intolerancia lo común es criticar a quienes no piensan como uno mismo y cuestionar hechos que están ahí, llamándoles casualidad en detrimento de la creencia de quienes saben que hay algo más en esas curaciones que han dado lugar a esta canonización de un médico alicantino.

Además, Pedro Herrero fue presidente del Colegio de Médicos de Alicante más de 30 años, lo que habla de él como una persona con inquietudes de ayudar a los demás, tanto en su profesión organizativa como en la necesidad de curar a los jóvenes en su actividad de pediatra. Los padres iban a él con sus hijos enfermos encontrando una respuesta, una solución, por lo que Pedro Herrero era mucho más que un médico.

La apertura del proceso para la canonización ahora concedida tuvo lugar en la Concatedral de San Nicolás el día 30 de junio de 1997 y la clausura oficial el día 9 de junio del siguiente año, llevándose toda la documentación a Roma el 16 de junio de 1998, hasta que 18 años después se le ha hecho justicia a Pedro Herrero y a quienes apostaron por emprender el camino para su concesión. Porque, al igual que todos los alicantinos que aportaron sus testimonios personales achacados al médico alicantino, creyeron en ello. Como quienes acudieron a él en vida y le pidieron su intervención tras su muerte.