Internet es un fiel reflejo del mundo y el mundo anda sobrado de descerebrados. Lo que les digo no es nada nuevo. Sí lo es, en cambio, la proliferación y auge de imbéciles -van a disculparme la palabra, pero en este caso no es insulto, sino pura definición: tontos o faltos de inteligencia- que están plagando en los últimos tiempos Youtube.

En la carrera por hacerse famoso y generar cuantas más reproducciones mejor (dinero contante y sonante para sus bolsillos), algunos "youtubers" están sobrepasando todos los límites éticos, morales e incluso legales.

En los últimos meses hemos tenido ejemplos muy gráficos. Primero fue el archiconocido caso del alicantino MrGran Bomba, "caranchoa" ya para los restos, que fue a por lana y salió trasquilado, recibiendo un sopapo físico y de karma que ya es historia viva del imaginario internauta, por insultar sin venir a cuento a un repartidor con poca paciencia y malas pulgas.

Después asistimos al caso de ReSet, otro niñato que tuvo la brillante idea de mostrar cómo le daba galletas con dentífrico a un indigente. Ha sido imputado, por cierto, y bien imputado está pese a excusarse en su inmadurez. Con 19 años, como dice mi padre, ya tienes pelos ahí abajo.

Y, en esa espiral por ver quién hace la mayor burrada, llega Abel García, otro energúmeno cuya gracia solo acierta a vérsela su padre, que le jalea por publicar un vídeo en el que rocía con gas pimienta a un repartidor de pizza. De tal palo, tal astilla.

Google, que recordemos que es el propietario de Youtube desde hace ya más de diez años, al igual que extrema al máximo los requisitos éticos de la publicidad que muestra en todas sus plataformas, debería establecer unos mínimos controles de contenido para evitar que la cosa vaya a más.

Como filtrar los contenidos de un sitio donde cada minuto se suben 500 horas de vídeo se antoja una tarea titánica hasta para el gigante de Mountain View, qué menos que cerrar la cuenta de quienes perpetren acciones como las antes indicadas, a modo de escarmiento público y como aviso para navegantes para el resto.

Si no está permitida la apología del terrorismo, no se llega a entender la vista gorda con contenidos que, bajo el disfraz de bromas, exhiben agresiones y son llamadas a ver quién la lía más parda. Lejos de eso, por el momento, Youtube recompensa económicamente a estos cafres.

La Justicia, por suerte, sí mueve ficha. ¿Recuerdan el vídeo del gilipollas -las cosas, de nuevo, por su nombre- que propinó en Barcelona una patada a una chica por la espalda y lo subió a las redes? Pues hace tres días supimos que la Fiscalía le pide tres años de cárcel y una indemnización superior a los 45.000 euros. Su condena es más que previsible: la prueba fehaciente del delito es su propia estupidez al grabarse cometiéndolo.

Tenemos otro reciente ejemplo local de pocas luces en Xavi MF, el trabajador de Hawkers -la marca de gafas de sol de Elche que compró el canal al "caranchoa", todo queda en casa- que tiene por costumbre aparcar su Ferrari en plazas de minusválido para que no le rayen las puertas los demás vehículos.

A la poca solidaridad de a quien se le suben los euros a la cabeza, hay que sumar los vídeos que colgaba en la red de carreras ilegales con conducciones temerarias que ponen en peligro las vidas de terceras personas.

Si todo esto es la "nueva televisión" para nuestros jóvenes, casi mejor quedarnos con la caja tonta que con esta otra perversa y peligrosa.