Hay unos cuantos chascarrillos que vienen al pelo para escribir sobre lo que me propongo. Uno dice que «lo importante es que hablen de uno, aunque sea para bien». Otro tiene firma de autor y asegura «que hablen de uno es espantoso, pero hay algo peor, que no hablen», como decía el irlandés Oscar Wilde. Hay más, como ese que considera que «de lo que no se habla no existe». Pues eso, lo que importa es que la gente hable de alguien y que ese alguien -aunque sea para bien- esté en boca de todos, ya que así se confirma que ha calado su impronta y que, para bien o para mal, ha dejado huella, «hasiendose» un «lugarsico» en la pequeña o gran historia de un/a colectivo/comunidad. ¡Ladran, luego cabalgamos!, decía Don Quijote.

¡Hala, ya he soltado la «parrafada filosófica» que me sirve como introducción al asunto del que pretendo hablar/escribir, aunque con ello no busco «sentar cátedra», puesto que, pese a que se trate del mismo asunto, cada uno somos de un padre y una madre y lo vemos con distinto punto de vista, que es igual de respetable que el mío, «of course». Luego vendrá mi amigo Manolo Ramón, ese dicharachero propietario de una asesoría en mi pueblo natal, Cox, aunque natural de Granja de Rocamora y residente en Montepinar (Orihuela), y me dirá que no entiende «na». ¡Manolo, no te preocupes; eso se arregla con un café!.

He querido dejar pasar un tiempo prudencial para escribir sobre la presencia de nuestros moros y cristianos, capitaneados por la Armengola, que se en realidad llamaba Hermenegilda-Eugenia y que toma su sobrenombre del apellido de su esposo, Pedro Armengol, en la capital del reino. Gloria Valero, con la belleza, simpatía, majestuosidad y humildad que la caracterizan -lo que parece una incongruencia- paseó y pisó las calles de la Villa y Corte teniendo como testigos al «Oso y el Madroño» que hay en la Puerta del Sol. Mi Armengola, Gloria, asombró a propios y extraños, con el gracejo y la belleza que tienen las heroínas oriolanas, todas, en el más amplio sentido de la palabra. Y -os lo aseguro- aparqué adrede este asunto porque, después de la «simbólica toma» de las calles y plazas madrileñas, quería dejar pasar el ecuador de la Fiesta (Medio Año Festero) y que se superase, con inmejorable nota -¡no podía ser de otra forma, pese al vendaval de viento del domingo!-, algo tan espectacular, atractivo y que ha arraigado en los últimos años en la familia festera oriolana -¡y no tan festera!- como el Mercado Medieval, esa «asamblea festera y festiva» que actúa como un imán que atrae a las gentes de otros pueblos a la que -¡se quiera o no!- sigue siendo la «capital histórica» de la comarca más sureña de la Comunidad Valenciana, diga lo que diga Quino I de Morella, «El Magnánimo» y sus cortesanos en la ciudad del Turia, otrora capital del «desaparecido» Reino de Valencia, donde se custodia uno de los dos «pendones» que hay en la Región Valenciana, junto con «El Pájaro Oriol», y que sólo se inclinan ante Dios y ante el Rey; o sea, que ante ti no, «mangurriáa», a no ser que la reinona Mónica Oltra ordene lo contrario y creo que ni aún así.. ¡Macho, la historia es la historia y, por mucho que se quiera, no se puede cambiar!.

¡Y os preguntaréis que a qué viene semejante paja mental!. Pues resulta que el otro día asistí a un debate que -bajo mi cuestionable punto de vista- no conduce a nada y que me llamó la atención porque, en verdad os digo, me toca los «webs» que en Oleza queramos ser más papistas que el Papa, ya se llame Francisco o Pedro. ¿Cómo se puede cuestionar que en un medio se hable de la Armengola y de las Fiestas de la Reconquista de Orihuela?. ¿Qué más da si estamos hablando de un «publirreportaje» pagado o si «la toma de Madrid», por parte de las hordas moras y las huestes cristianas, la ha escrito un «plumilla» de motu propio?. Lo importante, creo, es que se hable, porque lo que se pretende es difundir -¡cuánto más mejor!- la Fiesta y quiero recordar -¡y recuerdo!-, que se anda buscando que nuestra otra «Semana Grande» -junto con la Semana Santa- sea reconocida como de Interés Turístico Nacional, declaración que supondría un enorme «espaldarazo» para una manifestación popular que atrae a muchos visitantes, tanto nacionales como extranjeros, a la ciudad, con lo que eso supone para los oriolanos, el comercio y/o los establecimientos gastronómicos. ¡Digo yo, pero, de verdad, si estoy equivocado corregidme, por favor!. Me pregunto, ¿cuántas campañas se han pagado con fondos públicos y no se ha conseguido lo que se pretendía?.

Conozco a casi todas las armengolas que hemos tenido y a todas ellas les hubiera gustado representar a nuestro pueblo, no ya en Madrid, sino en cualquier otro sitio con tal de promocionar nuestra Fiesta. ¿Qué tiene más repercusión, que la Armengola recorra las calles madrileñas o gastarse un pastón en Fitur para no salir en los periódicos?. ¡Pues, macho, no nos toques más los «bembembes» ni nos mandes más jamones, que tenemos la «dispensa» llena!.¡Ah, Armengola, pese a algunos intentos de ninguneo, estuvo en Madrid y volvió a su pueblo; cuñao!