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Tomás Mayoral

Callejero viajero

Los callejeros de nuestras ciudades son para la mayoría de sus habitantes como los del Monopoly. Una referencia. Creo que Alicante no es una excepción. La mayoría de la gente ignora, porque le importa un pimiento, si Pi y Margall (que tiene calle en Alicante y en casi todas partes) fue un interior derecho del Hércules de la década de los 40 o un político (o dos) español de la etapa de Maricastaña. Por cultura general o por si te toca en el Trivial, conviene saberlo, pero casi por nada más. Si ni siquiera sabes eso, imagínate profundizar en por qué don Francisco está inmortalizado en nuestro callejero. Podría ser motivo de una tesis.

Pretender cambiar los nombres de decenas de calles, cuarenta años después de finiquitada la dictadura, y basándose además en que evocan a gloriosas figuras del fascismo (que nadie recuerda ya), es una anacronismo divertido. Un anacronismo porque se tuvo que hacer cuando terminó aquella dictadura, no ahora. Y divertido porque nos permite hurgar un poco en la mente calenturienta de quienes nos gobiernan al analizar los nombres nuevos que quieren imponer, a toda costa, a las mudas calles y plazas.

Lo que pasa es que, si se empeñan, acaban convirtiendo en problema aquello que no lo es. El empeño que tenían Guanyar y Compromís, con la aquiescencia mutable del PSOE, en cambiar de arriba abajo el callejero alicantino para que no quedara ni una brizna del pretérito fascismo que nos asoló era inversamente proporcional al interés ciudadano que despertaba. Y el empeño, o la tabarra, era mucho. Así que se liaron la manta a la cabeza y arrasaron con todas los nombres que olían al nefando régimen. Las prisas, malas consejeras, llevaron a cabrear al PP por el procedimiento utilizado en el trámite, algo alevoso. Y el PP, que no tiene otra cosa que hacer que defender a ultranza aquello de lo que no son herederos, aunque a veces parezcan albaceas, recurrió al juez el cambio de calles en bloque. El resultado de tamaña juerga de sinsentidos fue la carrera de autos locos para cambiar las calles a toda velocidad. Carrera vana porque ahora el juez ha dicho que hay que restituirles a todas su nombre anterior. Van y vienen las placas, como han podido ver en la portada de este periódico, dando más vueltas que un tiovivo. Créanme que yo pensé que lo del callejero viajero era otra cosa.

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