La ambición, el miedo, determinados episodios históricos, el amor, y la muerte son algunos de los temas recurrentes en Martin Scorsese, autor de una de las filmografías más complejas y brillantes de todos los tiempos, y en cuya obra pueden encontrarse títulos experimentales y arriesgados, junto a producciones clásicas con diseños espectaculares.

Con relatos de inmigrantes sicilianos en Estados Unidos, o retratos de soledad y violencia de excombatientes de la guerra de Vietnam, o de traiciones, éxito, poder y fortuna en el laberíntico Wall Street, pasando por temas de corrupción, historias de la mafia, épicas aventuras, crónicas de otros tiempos o personajes excéntricos de la escena neoyorquina.

De modo que me siento encantada cuando leo el próximo estreno en España de una nueva película de ese gran director, que en esta oportunidad es un drama centrado en la persecución religiosa de los cristianos en el Japón feudal del siglo XVII, que plantea una reflexión profunda y compleja sobre la razón y la fe, narrando la historia de dos jesuitas portugueses que viajan al país nipón en busca de un misionero, que tras ser torturado y perseguido ha renunciado supuestamente a su fe, y que cuenta con unos protagonistas tan reconocidos como Andrew Garfield, Adam Driver y Liam Neeson.

Y ante la ilusión de ver una película de quien me parece un admirable realizador, reflexiono haber escuchado en muchas ocasiones, que es mejor no tener expectativas para no sufrir desengaños y decepciones, centrándonos solo en lo que sucede en cada momento para disfrutar de ello, sin esperar grandes cosas de los demás o de lo que vamos a hacer.

Y no puedo estar más en desacuerdo, pues a mí me encanta ilusionarme y tener expectativas sobre lo que voy a hacer o sobre los demás, pues siempre las elijo positivas, y ello desarrolla en mi sentimientos que hacen que esté emocionada y cargada de energía, con la idea de que si después no se cumplen mis esperanzas, habré disfrutado del camino, y de todo el tiempo que esa ilusión estuvo en mí, para poder seguir con nuevos anhelos.

De modo que, claro, con toda mi ilusión, y con las mayores expectativas, esta tarde, si puedo, me voy al cine. A ver un filme dirigido por un gran artista, que imagino una brillante y emotiva cinta histórica. Una narración dramática y apasionante. Una gran película.

De Martin Scorsese.