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Los límites del "low cost"

Nuevas marcas lanzan modelos de negocios basados en la economía de bajo coste, mientras otros grupos se repliegan

Una marca británica de ropa ("Boohoo") que vende por internet ha ideado un modelo de negocio que exprime los elementos de la economía de bajo coste (el fenómeno "low cost"): aplica la "fórmula Inditex" en la medida en que constantemente renueva sus diseños y repone su escaparate (virtual en su caso); identifica las tendencias explotando información que capta principalmente a través de las redes sociales, y minimiza el estocaje haciendo tiradas muy cortas de prendas (un máximo de 300) que únicamente amplía si en 48 horas el nivel de ventas sugiere que la demanda los justifica.

El fenómeno "low cost" emergió en los años noventa en negocios como las aerolíneas y se extendió, favorecido también por las nuevas tecnologías, durante la crisis. La mutilación de rentas que sufrieron muchas familias engrosó la franja de los pobres (aquellos cuyo consumo se limita prácticamente a los productos básicos), pero sobre todo la de los hogares con ingresos mediosbajos, la empobrecida clase media que hace cola en los Primark y por la que han competido los supermercados y grandes superficies comerciales con intensas guerras de precios de las que salen escaldados los eslabones más débiles de la cadena: a menudo los productores en origen u otros proveedores de reducida dimensión y poder de mercado.

El "low cost" ha tenido ese y otros efectos en los que no repara el comprador que no quiere o no puede ver más allá de su bolsillo. Ha escrito el historiador Josep Burgaya en "Economía del absurdo" cómo "comprar barato contribuye a perder el empleo". La economía "low cost" se fundamenta en la reducción de costes, a menudo de los laborales, sea rebajando salarios, deslocalizando producción hacia países donde se subcontratan trabajadores pobres o sustituyendo personas por máquinas. En otros negocios, la presión y los sacrificios laborales se exportan a las empresas proveedoras. El "low cost" se basa por tanto en un proceso de innovación para reducir gastos que tiene perdedores. La especialización de las empresas en ese mercado obliga además a que la innovación sea permanente, porque principalmente se compite en precios.

Y el margen de mejora tiende a ser cada vez más pequeño y con ello pueden sufrir los ingresos y la rentabilidad. Quizá esa dificultad explique que, según Josep Francesc Valls, profesor de marketing de Esade, el sector esté dando señales de estancamiento y que grupos como Mercadona o Lidl, muy activos en la "guerra de precios" de los "super" durante la Gran Recesión a través de sus marcas blancas, estén revisando sus estrategias y tratando de despegarse de la etiqueta "low cost".

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