En política, además de ser honrado hay que parecerlo y más en Orihuela donde desde hace años la sombra de la duda, de la sospecha y de la corrupción, vive instalada en los juzgados de la Plaza de Santa Lucía, a esos mismos a los que va a tener que acudir el concejal socialista Víctor Ruiz por decir que el Ayuntamiento le ha comprado «a dedo» a Fabricio Mancebo, esposo de la concejala Luisa Boné (Ciudadanos), una aplicación para móvil sin concurso público, lo cual, le guste o no, es más que cierto. Si le perjudica a su reputación, que no creo, que no contrate con la Administración para evitarse estar en el punto de mira de la siempre atenta oposición. No le queda otra. Y no entremos en disquisiciones sobre si los 16.700 euros que el municipio le va a pagar al empresario por una APP navideña se pueden considerar una racional, sensata y lógica utilización del dinero público para el bien común cuando se han realizado, como bien admite el propio gabinete de Comunicación municipal, la «friolera» de 500 descargas (dividan para ver el coste y beneficio para los niños oriolanos). Sólo hay que leer muchos de los comentarios que aparecen en el APPStore para valorar lo contenta que está la gente con un producto navideño estrella del PP este año porque el que se fotografió el día de la presentación no fue Boné, fue el alcalde Bascuñana. Yo, permítanme que dude y no de las intenciones del empresario, que todos podemos intuir cuáles son (sobrevivir en un mercado difícil y, quizá, crecer y expandir su negocio), sino de la inteligencia del equipo de gobierno a la hora de gastarse el presupuesto.

Quizá sea porque en Orihuela es prácticamente imposible separar corazón y cabeza. En parte, porque todos se conocen y las relaciones y familiaridades se juntan o se entremezclan, según los casos, desde tiempos inmemoriales. Saber si se contrata a alguien para pagarle un favor, porque se lo merece, porque es familia de alguien, porque me ayudó en la campaña (o me la financió) o porque es el que está más a mano, tanto da. Pero se hace y muchas veces «a dedo» o «con el de siempre», y esto es así. Igual hasta para unos simples contenedores de recogida de podas a razón de 4.000 euros al mes. Y esto no quiere decir que ese servicio o producto que se compra sea ilegal o peor que otros o más caro, pero sí inmoral o, si lo prefieren porque les parece una expresión exagerada, falto de la menor ética política, aunque los políticos sólo se acuerden de ello cuando están en la cruda y fría bancada de la oposición.

Cuando al marido de una concejala del partido que te da la mayoría y detrás del cual te parapetas muchas veces para defender tu gestión te vende una APP el problema no es del marido por intentar hacer un negocio, es tuyo por comprarlo. Y, al menos, te tienes que tragar las críticas, que te suelte la oposición, aunque sean sapos o culebras, como las de este asunto. A Fabricio Mancebo no se le puede exigir una ética reprobable porque defiende su negocio y el vender una idea. A Emilio Bascuñana o al miembros de su equipo que tomó la decisión sí porque el dinero que se gastan es el de sus vecinos y todos deben fiscalizar -aunque el regidor más y lo sabe- hasta el último céntimo y dar cumplida cuenta de ello, algo que muy pocas veces se realiza y aclarar dudas sobre el origen del negocio. Para muchos ciudadanos, el que tu pareja comience a trabajar en un Ayuntamiento, el de Orihuela o cualquier otro, como cargo público debería ser un motivo para no acercarte por allí para vender nada. Y eso se debería asumir como una carga: el casarse o vivir con quien se vive y las trabas que eso te va a suponer no a ti sino a tu cónyuge porque cobra de todo. Y no porque se vaya a hacer nada ilícito, simplemente, por las sospechas y por mor de la transparencia. Todo lo que no sea eso te pone bajo la lupa. Lo hagas bien o lo hagas mal, aunque siempre podrás revolverte denunciando al político que te ha sacado los colores por ese contrato a dedo, como ha sido este caso.

Decía que en Orihuela las cosas han sido así desde tiempos inmemoriales. Bascuñana, ni mucho menos, es el único que ha resbalado en lo moral con un asunto como este de las contrataciones amigables o familiares. Algo que se puede considerar menor -¿qué son 16.700 euros en un presupuesto de 74 millones de euros del que aún no le he explicado a nadie en qué se lo ha gastado cuando lo ha aprobado dos días antes de acabar el año?-. Antes que él vimos a ediles del PSOE o de CLr-Claro -cuando estos últimos formaban parte del equipo de gobierno- durante el pasado mandato meterse en charcos muy parecidos y que, quizá por sobrevivir o por entender que eso era gestionar tampoco entendieron reproches a su falta de ética y que ellos disfrazaban asegurando que lo hacían porque sólo se fiaban de ellos mismos y de sus amigos que eran los mejores profesionales. A veces se trataba de arquitectos, otras de abogados y las más... de aduladores: «Déjame a mi que yo te arreglo eso...». Que se contrata muchas veces a amigos y compañeros de partido y no a técnicos cualificados lo reconocen ellos mismos cuando, al llegar al poder, cambian a estos profesionales por otros «de su confianza» que, evidentemente, no tiene por qué serlo del pueblo de Orihuela que en definitiva es quién paga a unos y a otros.

Y esta tribuna, como otras, le parecerá un tanto repetitiva, como los contratos a familiares que no van a desaparecer. Qué se le va a hacer. «Orihuela es lo que es», dicen muchos con cierto orgullo. Y nada parece que haga que vaya a cambiar por la transparencia. Al menos, que tengan feliz año.