Pocas ventajas, por no decir ninguna, tienen Beniarrés y Planes por acoger en sus respectivos términos el pantano. Desde su inauguración en 1958 no han hecho otra cosa que sufrir inconvenientes como malos olores o plagas de mosquitos. Pese a que la calidad de las aguas ha mejorado con las depuradoras, la reivindicación histórica del dragado hubiese podido incidir de forma mucho más notable en este aspecto. La actual sequía era una oportunidad, pero se ha vuelto a perder, básicamente, por el elevado coste de los trabajos. Mientras tanto, el descenso de nivel del embalse ha dejado a la vista todo un rosario de basuras. Habida cuenta que no parece previsible una operación de limpieza, habrá que esperar a que las aguas las vuelvan a sepultar.