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Luis de Guindos, sin City

Hace apenas tres meses todo el mundo daba como políticamente amortizado a Luis de Guindos. Como no había conseguido su anhelada meta -- la presidencia del Eurogrupo que terminó ganando su homólogo holandés, el laborista Jeroen Dijsselbloem -- se comentaba insistentemente su regreso al sector privado. En realidad se hizo una mala lectura: de Guindos no se marcharía del Gobierno - Mariano Rajoy mediante - por perder la presidencia del organismo comunitario, sino al contrario: se quedaría en él a la espera de una nueva oportunidad en Europa. Porque se suele olvidar que el señor de Guindos, pese a su amplia experiencia en el mundo financiero y empresarial - desde la división europea de Lehman Brothers hasta Endesa, pasando por el banco Mare Nostrum - es también un político de amplio recorrido que ya tuvo relevante protagonismo en los gobiernos de José María Aznar. Y como político le ha vencido la irresistible atención de los titulares, de reformas y cambios pretendidamente impactantes que llevaran su huella a los consejos de administración y las generaciones futuras. Solo hay que leer su todavía reciente libro, España amenazada, para atisbar la estatura política e intelectual que se concede de Guindos generosamente, al señalar al ministro de Economía y Competitividad como principal responsable de la recuperación económica y hasta insinuar que gracias a su equipo se destapó el escándalo de las tarjetas black en la Bankia dirigida por su antiguo compañero de partido, Rodrigo Rato. España amenazada es una lacónica celebración de un ministro que cree que lo es como el sol sale todos los días o llueve en invierno o a los cadáveres le siguen creciendo el pelo y las uñas: porque es lo natural. Lo que toca. Lo que forma parte del orden inmutable del universo. Una de las ocurrencias propagandísticas de

Luis de Guindos - ocurrencias que pueden ser descritas como un tecnopopulismo inequívocamente conservador con una defensa cerrada de las rentas del capital frente a las del trabajo-- fue la ley de deindexación de la Economía, que eliminaba el Incremento de Precios al Consumo (IPC) como referencia básica para actualizar rentas y salarios, y que no se ha llegado a aplicar.

Ya confirmado en su cartera en el nuevo gobierno de Mariano Rajoy, de Guindos se ha pasado dos o tres semanas en reuniones con representantes con los mayores bancos y fondos de inversión norteamericanos que tienen su sede europea en la City londinense. Se trataría, según el Ministerio de Economía, de aprovechar la incertidumbre del Bretix para atraerlos a España -cabe imaginar que a Madrid y no a Barcelona - con el señuelo de un marco fiscal y regulatorio más favorable. El ministro ha desplegado toda su simpatía con manguitos y su magnífico inglés para agasajar a los señores de Morgan Stanley, Bank of America Merrill Lynch, JP Morgan y Goldman Sachs. La operación de seducción de Luis de Gunidos - que se suma a un esfuerzo similar organizado por la Comunidad Autónomica de Madrid ha dejado ligeramente estupefactos a muchos economistas e inversores. Para empezar porque una de las mayores críticas internas y externas a la economía financiera española es la debilidad, pasividad y sumisión política del principal organismo regulador --la Comisión Nacional del Mercado de Valores - que llegó a presidir una exministra del PP hasta hace pocos años. Incluso en el pacto por la gobernabilidad suscrito entre el PP y Ciudadanos figura la urgente e imprescindible reforma de la CNMV como un compromiso suscrito por ambas fuerzas políticas.

Pero existen otros motivos para el escepticismo sobre una migración generalizada de grandes entidades financieras y de intermediación bursátil hacia Madrid. Una plaza financiera independiente (como prueban Zurich, Singapur o Hong Kong) puede suministrar muchos servicios financieros a sus vecinos sin necesidad de estar en una unión monetaria y comercial como la UE. El profesor Jesús Fernandez-Villaverde cita tres razones por las que, a su juicio, Londres no sufrirá particularmente a medio plazo y Luis de Guindos quedará decepcionado: primero, el inglés. El mundo - los mercados emergentes, las restantes plazas financieras, hasta los chinos - seguirán comunicándose en inglés en el futuro. Segundo, su lugar privilegiado en los husos horarios. Y tercero, la estructura institucional, la normativa legal y la cultura jurídica creada a lo largo de más de 300 años, sustentada en un conjunto de instrumentos y servicios, porque "a diferencia de España, el sistema del derecho mercantil del mundo anglosajón funciona y la common law es flexible, evolutiva y preocupada por encontrar soluciones realistas".

Las autoridades políticas del Reino Unido no van a quedarse pasmadas mientras se vampiriza a su sector financiero. Y ya están actuando en consecuencia. No es particularmente difícil mejorar cualquier oferta española. Luis de Guindos se va a quedar sin su City.

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