Emitir opiniones o hacer juicios de valor se está poniendo muy caro para los artistas. En un mundo en el que las redes sociales son el nuevo ágora, una metida de pata o una salida del tiesto se amplifica de tal modo que puede condicionar toda una carrera profesional. Muchos todavía no se han dado cuenta o lo hacen tarde.

Que se lo digan al cómico alicantino Jorge Cremades, que ha visto cómo el Ayuntamiento de Elche cancelaba su actuación por unas polémicas declaraciones sobre las violaciones.

Vaya por delante que este humorista no me parece nada del otro mundo. Sus vídeos vienen a replicar el casposo modelo de las "Matrimoniadas" de Telecinco, pero en formato Youtube, recurriendo a tópicos a menudo tan machistas como aplaudidos en los grupos de Whatsapp por los que corren sus gracietas.

Uno de sus vídeos sobre una chica borracha saliendo de una discoteca a la que "se piden" varios hombres no fue óbice para que se le contratara en Elche. Sí, en cambio, su pésima respuesta en una entrevista a la pregunta sobre ese controvertido gag.

Pero cuestiones de calidad artística al margen, pongamos las cosas en su sitio.

Unas palabras desafortunadas en una entrevista, de las que luego el cómico se arrepiente y que parecen fruto de meterse en un jardín sin saber salir airosamente de él, no deberían de ser nunca motivo para censuras y vetos propios de otros tiempos pasados.

Ya le pasó/pasa a gente de distinto espectro ideológico, como el actor Arturo Fernández, el cantante Francisco, el cómico Xavi Castillo o el inclasificable Willy Toledo, cuyas presencias se prohibieron o prohíben aún en según qué escenarios.

La insistencia en tesis machistas o que contravengan de manera evidente unas normas básicas de convivencia está claro que pueden llegar a justificar estos extremos. Pero qué quieren que les diga, liarla parda la hemos liado todos alguna vez.

Si Jorge Cremades ha rectificado y pedido disculpas por sus declaraciones, sería de ley que el Ayuntamiento de Elche hiciera lo propio y reprogramara su bolo. Se me ocurre que sería un bonito gesto de conciliación destinar lo recaudado, o parte de la caja, a alguna causa benéfica. Y todos tan contentos.

Al hilo de todo esto, bien harían los políticos que se erigen en jueces de lo que se puede decir y lo que no, en aplicar el mismo rasero a los suyos cuando la pifian en las redes sociales.

Faltan dedos de ambas manos para contar los casos en que representantes públicos saltan a la palestra con comentarios incendiarios en Twitter o Facebook sin que haya más que tibios tironcitos de orejas por parte de sus correligionarios. Y santa pascuas.

Cerrar la puerta de un teatro a un cómico, enarbolando de cara a la galería la bandera de lo políticamente correcto, sale más barato que pedir la dimisión de uno de los tuyos. Esto es así... Y lo saben.