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La peligrosa deriva de Podemos

No estoy de acuerdo ni de lejos con ese grupo de notables del PP que se ha apuntado a la teoría del «linchamiento mediático» para justificar el ataque al corazón que le costó la vida a la senadora Rita Barberá. Hace apenas 72 horas la negaban como San Pedro a Jesucristo y, a los pocos minutos de conocerse su muerte, la maquinaria popular se puso a funcionar a toda velocidad para reivindicar el legado de la que fuera alcaldesa de Valencia durante 24 años. Pura hipocresía. Pero tampoco puedo estar de acuerdo, ni mucho menos, con esa estrategia de tierra quemada en la que se ha instalado el núcleo más duro de Podemos, encabezado por Pablo Iglesias y secundado por su grupo de adeptos entre los que se encuentran dirigentes alicantinos, junto a sus «socios colaboradores» de Izquierda Unida -Guanyar en Alicante- para saltarse las más elementales normas institucionales y de educación y caer en el más burdo de los desaires a una persona desaparecida. El episodio de Víctor Fernández -exasesor de la edil Nerea Belmonte en el Ayuntamiento de Alicante y elegido ahora para la ejecutiva local de Podemos- con ese tuit en el que sugiere que la incineración del cuerpo de Barberá servirá para dar calor a familias sin recursos evidencia no sólo el caos ideológico en el que está sumido ese partido en Alicante a pesar de la «limpieza» que ha supuesto la elección de Pascual Pérez Cuenca como nuevo líder sino también la peligrosa deriva en la que ha entrado su formación. Los que asesoran a la cúpula de Pablo Iglesias le han dicho que, ante la perspectiva de una legislatura más larga de lo previsto, su objetivo debe concentrarse en recuperar al millón y medio de votantes que abandonó a Unidos Podemos en las últimas generales. A toda costa. El tacticismo por encima del interés general. Para ese fin a los podemitas les importa una higa las instituciones, la cohesión social y hasta la humanidad como han demostrado con su reacción en la muerte de Barberá. Sólo tienen razón en una cosa: a partir de ahora debería guardarse un minuto de silencio con todos los diputados o senadores que fallecen, algo que el PP rechazó cuando murió el inolvidable José Antonio Labordeta. Hasta fuerzas políticas que han mantenido una relación más o menos estrecha con Podemos -caso de Compromís o de ERC- han marcado distancia con los morados. Han entendido su papel como partidos de gobierno y, por tanto, representan a todos. Una cosa es denunciar la corrupción -algo necesario- y otra muy diferente el arte de hacer política. Y de eso los de Podemos no tienen ni idea.

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