Según un maestro de moralidad es preciso que tengamos empatía, es decir, la capacidad de comprender y sintonizar con la situación emocional de los otros. Y es lo que me faltó en las últimas elecciones.

Yo, inocente de mí, voté al PSOE, cuando debí hacerlo al PP, y me arrepiento de mi falta de empatía, de comprensión con los 8 millones de votantes de Rajoy. La verdad es que pensaba en la corrupción generalizada del PP, e incluso escribí algunos artículos poniendo a parir a Rajoy y algún que otro ministro. No pintaba bien aquello de que un senador y tesorero del partido acusara a Rajoy de haber recibido sobres blancos en dinero negro, y cuando dijo aquello de que todo era falso salvo algunas cosas, para que no se comprobara se machacaron los discos duros del pobre senador-tesorero. También resultaba inadecuado que se incumpliera sistemáticamente su programa electoral, que estuviéramos creciendo un 3% pero cada vez hubiera más desigualdad social entre los muy ricos y los pobres, que se negaran a la dación en pago por impago de hipoteca, no impedir los desahucios por ejecuciones bancarias, que no tuvieran dinero para los discapacitados, que recortaran en sanidad y en educación, y que hubiera un cúmulo de imputaciones judiciales a figuras principales de su partido.

Pero veamos, no he tenido la suficiente empatía, y lo siento, con esos indignados neofranquistas que quieren autoridad y más patriotismo, que tuvieron que recurrir al Constitucional por la ley socialista de que se puedan casar personas del mismo sexo, y por el divorcio exprés sin necesidad de causa justa, por la ley de aborto dentro de plazo, el estatuto de Cataluña aprobado por referéndum y en las Cortes, que no haya dinero suficiente para tanto inmigrante que deben ser expulsados todos. Pero sinceramente, es que debería haber tenido más comprensión y sintonizar con esas personas que tienen miedo al populismo de la izquierda, que piensan que le van a quitar las misas de los domingos y las procesiones de semana santa, y se van empobrecer como en Venezuela.

No podía votar a Podemos porque no son de izquierdas ni de derechas, y como soy de izquierdas, voté a lo menos malo, a la socialdemocracia que representa el PSOE.

Pero hete aquí que Pedro Sánchez, su secretario, cuando intentó pactar con Podemos y con los nacionalistas, algunos barones capitaneados por Susana Díaz y personalidades como el jarrón chino Felipe González, y el millonario Bono, dijeron que debían despedir a Pedro Sánchez, y que solapadamente deberían darle el gobierno a Rajoy con el voto de abstención. Así que al final mi voto sirvió para Rajoy.

Y ahora me pregunto, y me digo, y reflexiono -«Rajoy es mi Presidente»- y lo vuelvo a repetir, y es que no me sale, me falta empatía, esa comprensión que debí tener por los otros, porque mucha gente que está en el paro piensa que los corruptos del PP les darán trabajo, como Jesús Gil en Marbella, mucha buena gente de misa lleva a sus hijitos a los colegios religiosos -pese a los numerosos casos de pedofilia encubierta- porque las escuelas públicas están llenas de inmigrantes, mucha gente de negocios y con muchísimo dinero en paraísos fiscales, pues temen razonablemente perderlo en España, todos esos que son unos 8 millones no pueden equivocarse. Y así me consuelo, y la próxima vez tendré más cuidado donde pongo mi empatía.