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Juan R. Gil

Todos los que son

Francisco Gómez ha conseguido sacar a flote Coepa en una provincia donde ya sólo se avanza a golpe de resolución judicial

La patronal alicantina no va a desaparecer. Las resoluciones judiciales (¿han reparado en que ésta es una provincia donde ya todo ocurre a golpe de resolución judicial?) han evitado su liquidación. Aunque algunos no lo crean, es una buena noticia. Las sociedades modernas siguen necesitando para articularse en democracia de organizaciones representativas, las empresariales o las sindicales entre ellas.

Han sido muchos los que en el último año han estado trabajando porque Coepa se extinguiera para poder sustituir esa organización por otra a su medida, y muy pocos los que comprendieron que con su eliminación Alicante quedaba desenganchada de la patronal estatal y, por tanto, sin capacidad de interlocución real con Madrid ni peso alguno ante Valencia. Por fortuna, han salido mejor parados los segundos pese al bien alimentado coro de grillos que jaleaba a los primeros.

Interlocución. Hay que señalar algunas cosas, que son de justicia. Con independencia de los desencuentros, lo cierto es que la Generalitat gobernada por el PSPV y Compromís nunca quiso que Coepa como tal organización representativa sucumbiera, a pesar de que políticamente tenía fácil el discurso. Aunque con posterioridad esa vía fuera diluyéndose, hubo en el primer minuto un canal de interlocución entre el conseller Manuel Alcaraz, por encargo del president Puig, y el empresario Antonio Arias, que al menos sirvió para que por ambas partes se dimensionara correctamente el problema. Es verdad que ha sido finalmente un juez el que ha permitido la supervivencia de Coepa al aprobar el concurso de acreedores presentado por la patronal y obligar al Instituto Valenciano de Finanzas a admitir la dación en pago del edificio-escuela que la patronal construyó con dinero público y luego no utilizó, pero no es menos cierto que ni fue el actual Consell el que creó el problema que ha estado a punto de despeñar Coepa, ni tampoco, contra lo que también se ha sostenido, ha jugado a imponer un presidente afín a cambio de su continuidad: que Adolfo Utor es un empresario bien visto en el Palau por su pasado en el PSPV es algo obvio. Pero no fue la Generalitat quien puso su nombre sobre la mesa, ni tampoco ha intervenido en los posteriores tumbos que su posible candidatura ha ido dando.

Aprendices de brujo. Seguramente, Utor no formará parte importante del futuro representativo de esta provincia y eso será un error, porque tiene la dimensión y el discurso necesario para dar un impulso modernizador a una organización empresarial que lo está pidiendo a gritos. Pero el error no será de la Generalitat: será de él mismo, demasiado altivo en su actitud para lo poco que realmente conoce Alicante; de la nomenklatura empresarial alicantina, tan dispuesta siempre a disparar primero y pensar después; y de ese extraño trío de aprendices de brujo (el presidente de Cepyme, Cristóbal Navarro; el vicepresidente de la Diputación, Carlos Castillo; y el alcalde de Alicante, Gabriel Echávarri), tan unidos por el afán de notoriedad y control.

Pero hablábamos de distinguir el grano de la paja. Así que sigamos por ahí. Mencionemos a Guillermo Moreno, el presidente del Metal. Moreno ya estaba en guerra con Coepa mucho antes de su quebranto. Pero lo estaba por ofensas propias, no movido por ningún arrebato fiscalizador. Y si algo cabe reconocerle es que ha ido de frente y que igual que pega puñetazos no esconde la cara cuando se los dan. El Metal es una patronal poderosa pero dispersa. Tiene muchos afiliados sencillamente porque en ella caben desde el que tiene un concesionario hasta el que alquila una grúa: todo es metal. Y esa heterogeneidad al mismo tiempo que le da peso le quita fuerza. El Metal no podrá ser dejado aparte de la futura solución de Coepa, pero Guillermo Moreno sabe que también ha sido siempre parte del problema. Porque Coepa ha tenido muchos presidentes en las últimas décadas, pero ninguno ha sido de los llamados sectores tradicionales: ni del Turismo, ni del Calzado, ni del Textil, ni del Juguete, ni de la agricultura avanzada... Los presidentes de Coepa han sido promotores (Joaquín Rocamora), han procedido de la Obra Pública (Rafael Martínez), o de servicios (Moisés Jiménez)... ¡Y también dos venían del Metal! Cierto es que representaron cosas distintas: José Luis Montes Tallón fue el último presidente de la Coepa que aún se hacía respetar mientras que Modesto Crespo figura entre los que la llevaron al desprestigio en el que hoy se encuentra. Pero el Metal no puede decir que su historia y la de Coepa no tengan nada que ver.

Y, por último, Francisco Gómez. Si Coepa todavía existe, en buena medida se debe a él. Gómez es un caso curioso de alguien que se ha equivocado en todo, menos en lo esencial. Se puso al frente de la patronal cuando nadie quería hacerlo, cuando era un desprestigio y un sinvivir. Dijo que lo hacía por responsabilidad y nadie le creyó. Dijo que Coepa tenía salvación, que el concurso de acreedores era viable, que la dación en pago del edificio de oficios era legítima... y nadie le creyó. Cierto es que los comunicados que ha estado emitiendo Coepa bajo su presidencia han sido las más de las veces un despropósito. Verdad es que las tribunas que ha estado firmando en este y otros periódicos al alimón con Cristóbal Navarro causaban sonrojo. Por no hablar de algunas de sus declaraciones públicas, imposibles de suscribir. O de cuántos pelos ha tenido que dejarse en la gatera de algunas mesas de Valencia y Alicante para salir del atolladero, que habrá que contarlos. Pero ha aguantado todos los palos que le han llovido con un estoicismo admirable y cuando ha conseguido sacar a flote un barco hundido, demostrando que en lo básico tenía razón, no lo ha utilizado para reivindicarse sino que ha anunciado una nueva hoja de ruta que pasa por su propia retirada. Y eso es tan inhabitual, tan extraordinario en esta provincia, que merece ser aplaudido.

Abrir ventanas. Aplaudido y apoyado. Gómez quiere celebrar una gran cumbre empresarial en Alicante en junio o a lo más tardar en septiembre de la que salgan un proyecto compartido y unas elecciones en las que elegir una nueva directiva con un nuevo presidente. Podrá discutirse si el cambio de nombre que también planea (para enterrar las siglas de Coepa sustituyéndolas por un simple CEOE-Provincia de Alicante que haga énfasis en su conexión estatal) es procedente o no, pero es el momento de abrir las puertas y las ventanas de la organización empresarial. De incorporar a los sectores productivos históricos pero también a los protagonistas de la nueva economía. De implicar a los empresarios de todas las comarcas, que no pueden seguir criticando sin más lo que se ha hecho, por muy censurable que fuera, cuando la mayoría se ha limitado durante años a mirar y dejar hacer. Gómez quiere hablar con todo el mundo. Hasta con Navarro, que fiel a su propio dibujo no ha tardado ni un suspiro en ponerlo a parir. Pues, venga: háblese. Porque esta es la última oportunidad para que estén todos los que son, si se quiere que Alicante esté donde debe por lo que es.

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