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Crónicas precarias

Un millennial indolente me hizo llorar

Quiero aprovechar este espacio para dirigirme al adolescente que aparece en el anuncio de la Lotería de Navidad. En serio, millennial malcriado, la que has liado. Ves que tu pobre abuela se ha equivocado de fecha y no eres capaz de levantar la mirada del móvil durante medio minuto para aclararle que aún no es el día del sorteo. Hay que ser lerdo, copón. Vamos, es que a ti te da todo igual. Tú, mientras haya wifi, como si se hunde el mundo. ¿Eso es lo que te han enseñado en casa? Lo dudo mucho.

¡Encima la buena señora te había preparado un desayuno muy rico! Con su hogaza de pan, su vasito de leche y su cacao soluble de una marca que no me patrocina. Y te lo pone en una bandeja ante tus morros, que no tienes ni siquiera que levantarte del puñetero sofá, pedazo de vago. Claro, a eso se dedican las mujeres en las familias: a cuidar hasta la extenuación, hasta el umbral de la senilidad. A renunciar a sí mismas. Y sin esperar que nadie se lo agradezca, porque para eso están.

Mientras, tú ahí tirado, con cara de asco, soltando algún mohín apático. «Ya está la vieja con sus chorradas de vieja, voy a hacerme otro selfie para Instagram». La RAE estudia colocar tu foto en su diccionario junto a la tercera acepción de mastuerzo.

Si me dijeras que has pasado de tu abuela porque estabas partiendo troncos con un hacha o arreglando una tubería, pues bueno, al menos serían actividades con fundamento, quehaceres propios de un ser humano hecho y derecho. Pero claro, los chavales de hoy sois unos inútiles que os dedicáis a perder el tiempo con vuestras chorradas del Internet. Que ni cambiar una bombilla ni contratar una hipoteca sabéis. Todo el santo día enviando emoticonos con la maquinita, que parece que la llevéis pegada a la mano. A picar en la mina os mandaba yo.

Menos mal que en tu familia hay adultos responsables que deciden poner en marcha la farsa coral para tener contenta a la anciana. Que esa es otra, mira que te cuesta entrar en harina y unirte a la fiesta. Todos entusiasmados con el chiringuito de la lotería y tú, venga a rebosar indolencia, como si la cosa no fuera contigo. Por suerte, al final te acabas conmoviendo y llamas a unos colegas que entienden de movidas audiovisuales (supongo que serán youtubers de esos que os gustan a los jóvenes) para que se hagan pasar por «los de la tele». Bendita redención en el último minuto. Gracias a eso no te llevas el título a 'Peor nieto de 2016'.

En cualquier caso, la falta de empatía que demuestras no ha afectado solamente a tu propia familia, no. Has hecho llorar a España. A borbotones, además. Tú hastío existencial ha creado una fábula edulcorada y lacrimógena sobre el engaño colectivo en forma de anuncio navideño. Como cuando fingimos que transitamos ya por la senda de la recuperación y que en unos meses estaremos otra vez atando a los perros con longanizas. Vuelven los buenos tiempos. Hemos pasado una época complicada, una borrasquilla de paro, recortes y miseria, pero de nuevo brilla el sol. ¡Que alguien saque más cava! Y todo es culpa tuya. Estarás contento, nene.

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