Tengo claro que no voy a funcionar en la política. Después de ver cómo se organizan los nuevos tiempos de la política, uno como yo, vejestorio, nada tiene que ofrecer ante tanta camiseta reivindicativa. Que el Congreso de los Diputados se haya convertido en una octavilla de camisetas es signo inequívoco de que mi palabra no llegará. Me pilla incluso mayor para enfundarme una camiseta con frase grandilocuente. Hace ya tiempo que hay gente que cada día se enfunda una camiseta, del todo a cien, para lanzar un mensaje político como hacían los hombres anuncio en los años cincuenta. Que haya vuelto ese marketing de algodón barato y frases manidas supone el fracaso del ágora.

Nada puedo hacer. Si ni siquiera podría participar de un eventual concurso de camisetas mojadas con esos cuerpos que tiene la gente hoy. ¿Dónde voy yo con mi cuerpo de donuts y napolitana de chocolate? No tengo ningún futuro en este nuevo escenario. Podré luchar por hacerme el intelectual, y entonces vendrá el Cañamero de turno con una camiseta. Ora "Yo no voté ningún Rey", ora con la imagen de Sánchez Gordillo. Fíjense que hasta tiene una página para comprar las camisetas. Se trata de latostadora.com. Un dislate comercial a 19.95 euros la prenda. La de Sánchez Gordillo la tienen ustedes por 14.90 euros del ala. Un ofertón. No especifica si están sudadas o son nuevecicas. Yo creo que ganarían más si las usara el parlamentario e hiciese como los futbolistas, sortearla para el bien de la revolución. Ideas que regalo a esta gente.

Llegó el Rey al Congreso y vimos todas las poses posibles. Hubo gente que se dio la espalda. Otros no aplaudieron. Y, oiga, esos que no aplaudieron al Rey se les rompían las manos aplaudiendo el otro día al muchacho de Bildu. Sí. Esos chicos de Bildu son los mismos que no han condenado el terrorismo de ETA. Que cada vez que mataban a un policía, a un periodista, a un político como el tiro en la nuca a Miguel Ángel Blanco, o a niños, esos mismos, son los que aplaudían a los de Bildu, pero no al Rey.

Vale. Ya sé que yo fui educado para mantener las formas. A levantarme con respeto y recibir a las personas que representan las Instituciones con respeto. Aun cuando no los hubiera votado, o pensasen diferente a mí. Pero claro, díganme ustedes qué se puede decir de un señor que lleva una camiseta que dice "Yo no voté a ningún Rey" y luego se hace sangre en las manos aplaudiendo a gente que ha legitimado la bomba lapa y el secuestro. Ve, las camisetas crean un clan.

Esta sí que es una casta nueva. Para defender a los millones de desesperados y jodidos por esta crisis no hace falta ponerse del lado de los terroristas o sus amiguitos. Hay mucha maldad en esa posición. Porque muchas de esas familias que enterraron muertos eran familias humildes golpeadas por el fanatismo etarra. Y no hay político digno que se siente en el Congreso olvidando a las víctimas.

Han puesto caras las camisetas. Tú no puedes sorprender a nadie, cuando un parlamentario está pensando qué camiseta se pone mañana para que el circo continúe, en vez de proponer leyes para defender a los más debilitados. Es la porno-política. Es pura fascinación y vedetismo que hace de los gestos fatuos una mirada ajena a los verdaderos damnificados. Lucharán por ser más originales, pero se caerá el más elemental de los planteamientos políticos. Lo malo es que no quieren hacer política. Por eso son antisistema. ¿Cómo va a querer hacer política alguien que invade la propiedad privada o pregona la revolución violenta?

Ese modelo de sociedad al que aspiran no es de las camisetas para todos. Es querer imponer su locura sobre el resto. Como si los demás no pudiéramos vivir con un Rey, con una Constitución y con un Estado de Derecho. Es más simple de lo que parece. No es una performance de camisetas. Es la constancia de que la locura humana siempre pertenece a la violencia totalitaria. Seguiré luchando con mi traje y mi corbata para que estos de la camiseta no logren apoyo popular. Porque somos más los de las camisetas normales.