Hace unos días, con motivo de un acto académico relevante y muy entrañable, como fue el acceso a la cátedra universitaria de una profesora muy próxima a mí, uno de los miembros del tribunal citó un proverbio árabe datado hace muchos años, pero que con la globalización adquiere si cabe mucha mayor vigencia. El proverbio, tal como expresa el título de este artículo, dice: «Libros, caminos y días dan al hombre sabiduría».

Son tres patas fundamentales de la capacidad de las personas para abordar con confianza cualquier empresa, vieja o nueva, que tengamos que enfrentar. Podríamos traducirlas por «trabajo, esfuerzo, conocimiento, apertura de mente y experiencia» como factores clave para avanzar.

Si a estos elementos unimos capacidad para «trabajar en equipo», ya tendremos los valores básicos que hoy necesitan las empresas para competir con éxito.

Agradezco a mi maestro, el profesor de la Universidad de Sevilla, Antonio Leal, que me recordara con estas palabras la necesidad de insistir en un tema que, aunque referente en mis reflexiones sobre gestión empresarial, creo que es necesario reiterarlo para que la rutina no lo absorba y se pierda en la vorágine de la intensidad del trabajo diario de todas las empresas.

Se trata de poner permanentemente a las personas en el centro de la actividad de la empresa. Los procesos, los sistemas, la tecnología, la estrategia? ayudan a la compañía a fijar y avanzar hacia el objetivo, pero solo las personas lo consiguen, y es que con la fluidez e intensidad competitiva a la que se enfrentan todas las empresas, las posibilidades de identificar, construir y mantener ventajas competitivas apreciadas por sus clientes actuales y potenciales se plantean principalmente sobre elementos no copiables, y esos están siempre relacionados con el talento de las organizaciones; talento que se compone de personas (en tanto que cualificación, compromiso, creatividad, empuje, experiencia) y cooperación a través de los equipos que la empresa es capaz de construir.

La cualificación tiene que ver con los «libros»; el compromiso, la creatividad, el empuje, con los «caminos» y, otra vez, el empuje y la experiencia con los «días».

Significa esto que aprendemos estudiando, fijamos lo aprendido y ampliamos nuestra visión conociendo nuevos enfoques, nuevas culturas, y trabajando; y aplicamos esos conocimientos cada vez con mayor éxito como consecuencia de la experiencia.

Tenemos dos factores complementarios e imprescindibles para el éxito, el empuje y la experiencia, la juventud y el sosiego, que juntos consiguen transformar la creatividad necesaria en innovación empresarial, creatividad aplicada que define nuevos productos, procesos o servicios que mejoran la experiencia de nuestro cliente y nos permite no solo mantener nuestra posición sino avanzar en nuestra capacidad competitiva.

No olvidemos, pues, que por más que avance la tecnología, todo en la empresa pasa por las personas. Errores graves en esta dirección son los que más daño pueden hacer a cualquier proyecto empresarial (porque las empresas son siempre un proyecto inacabado), y no siempre los directivos aceptamos que la única forma de tener éxito a largo plazo es dirigir con las personas, nunca contra las personas.