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Mike Pence, la cruz y la espada

El vicepresidente electo y jefe del equipo de transición se define, por este orden, como "cristiano, conservador y republicano"

Dicen las lenguas ácidas que a Mike Pence, el vicepresidente electo de EE UU, hay que mirarle los pantalones a la altura de la rodilla, para comprobar que los tiene gastados de rezar. Pence, que se define, por este orden, como "cristiano, conservador y republicano", es desde el viernes el jefe del equipo de transición del presidente electo, Donald Trump. Como tal, se ha convertido en el máximo responsable de la formación del primer Gobierno del magnate. Nacido hace 57 años en Columbus (Indiana, estado que gobierna desde 2013), Pence fue la elección anunciada por Trump en la convención republicana de julio para anclar su volátil candidatura en el ala derecha del partido. Este sector, que desde hace ocho años es el único que cuenta entre los republicanos, ha mirado siempre con desconfianza a Trump: sus credenciales no tienen solera y algunas de sus propuestas -sobre todo las de corte más aislacionista- entran en abierto conflicto con el ideario de la formación. Todo lo contrario que Pence, quien además de reposar con solidez en la derecha de la derecha, tiene una amplia experiencia en la Cámara de Representantes (2011- 2013).

Este abogado, casado y con tres hijos, quiso ser sacerdote cató- lico en su juventud, después se conformó con ser feligrés y, por último, se pasó a las huestes evangélicas. De ahí que en las primarias sus simpatías no fuesen a Trump sino al senador texano Ted Cruz, el evangélico que era el faro político de la congregación. Hasta que Cruz quedó aplastado por la fuerza imparable del huracán. Una vez situado a los costados de Trump, Pence, a quien un pasado de radiofonista ha enseñado a lidiar tanto con masas como con medios, no ha tenido especiales dificultades en amoldarse al carácter imprevisible del discurso del magnate y a las crudas revelaciones de la campaña. Tan sólo airearon alguna discrepancia sobre Rusia, ya que, mientras Trump explicaba que las relaciones bilaterales iban a vivir grandes momentos, Pence se quedaba acartonado en los resabios de la Guerra Fría. Discreparon también sobre los musulmanes, al considerar Pence "ofensiva e inconstitucional" la propuesta de prohibirles la entrada en el país. Pero esta iniciativa ya ha desaparecido de la página web oficial de Trump. El todavía gobernador de Indiana logró superar incluso, el pasado octubre, la conmoción desatada por el vídeo soez y misógino de Trump. Lo hizo con una escueta declaración: "Como marido y como padre, estoy ofendido por las palabras y acciones descritas", enunció. Y siguió haciendo campaña con el ofensor. A diferencia de Trump, el ideario de Mike Pence es de sencillo resumen: Gobierno pequeño y sometido a una estricta disciplina fiscal, impuestos bajos, defensa nacional fuerte y lucha a espada por los valores tradicionales. Estos últimos son los que suministran el combustible para que mujeres y homosexuales le consideren una de sus mayores bestias negras. Pence, que antes de militar con los republicanos hizo campaña en 1980 por el presidente Carter, ha asegurado que sueña con el día en que se pueda pasar por la trituradora de papeles la sentencia que, en 1973, reconoció el derecho de las mujeres a abortar. No sólo eso, la simple planificación familiar o la lucha contra las enfermedades de transmisión sexual le parecen sospechosas. De ahí que como gobernador haya cerrado cinco clínicas no abortistas que trabajaban en esos ámbitos.

Para él, las cosas están muy claras: ni siquiera los preservativos resultan eficaces contra el sida y otras enfermedades. La única opción en verdad segura es la abstinencia. Da la impresión de que a Pence le resulta sospechoso hasta que las mujeres trabajen. De hecho, como congresista se opuso en 2009 a la ley en la que se estipuló que iguales trabajos se paguen con iguales salarios, al margen del sexo, la raza o la religión. También es enemigo del salario mínimo. Los homosexuales, a los que considera enfermos susceptibles de curación, son otra de sus obsesiones. Opuesto a los matrimonios gays, el pasado año aprobó una ley que permitía a comercios y restaurantes negar el acceso a parejas homosexuales. Tras sufrir serias protestas, tuvo que dar marcha atrás. También, como congresista, se había opuesto a la abrogación de la ley "no preguntes, no lo digas" que obligaba a los militares a mantener ocultas sus inclinaciones sexuales. Sin duda, una personalidad a seguir con atención.

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