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José María Asencio

Memoria histórica, calles e ideología

Los cambios de nombre de calles que responden a una ideología, no a la finalidad de reconciliación que establece expresamente la Ley de Memoria Histórica, revelan el mal uso que se está haciendo de una norma que no autoriza a eliminar nombres y símbolos que representen el franquismo, sino solo aquellos que exalten el golpe de Estado de 1936, la guerra civil de ambos bandos y la represión franquista, exactamente la represión, no el régimen franquista en su conjunto. Es evidente que una ley que busca la paz y la concordia, no puede ser entendida como la eliminación general de la memoria de una parte y su sustitución por otra. Se persigue honrar a unos, pero sin deshonrar a los contrarios. La medida pretende que los símbolos sean ocasión de encuentro, no enfrentamiento, ofensa o agravio. Si así sucede, se estará vulnerando la ley. Sustituir unos por otros es incidir en la confrontación, lo que la ley rechaza de modo expreso.

La Ley debe ser aplicada con rigor y no servir de pretexto para un fin distinto al que contiene y la dota de sentido en un modelo democrático y constitucional surgido desde el consenso. Un consenso éste y una reconciliación que pidieron muchos republicanos que vivieron el exilio. Que no lo olviden los sucesores de aquellos que padecieronla represión, el destierro y que anhelaban la paz y la convivencia. Frente a los que sufrieron los efectos de la guerra vil y demandaron el regreso a un sistema en el que fuera posible vivir sin recelos, se alzan ahora sus biznietos reviviendo lo que sus predecesores deseaban arrinconar para siempre.

La Ley citada no puede servir de apoyo para invertir la historia. No es esa la finalidad que expresa en su Exposición de Motivos y su articulado. Pretende recuperar la memoria de los vencidos, no vencer a los vencedores. Honrar a todos. Cualquier interpretación contraria a este valor debe ser desterrada y los tribunales, aplicar adecuadamente un instrumento de reconciliación, no de venganza ciega, anacrónica y absurda.

Porque, como digo, la norma solo autoriza a suprimir símbolos personales o colectivos que exalten, exactamente que exalten, el golpe de 1936, la guerra civil, toda, no la de un bando y la represión del franquismo, no el franquismo.

Vistas las calles que se quieren modificar y las sustituciones propuestas, es evidente que no es la Ley de Memoria Histórica el apoyo sobre el que se sustentan las decisiones municipales. Muy al contrario, se trata de una opción basada en criterios que nada tienen que ver con dicha ley, ideológicos y en este sentido dirigidos a la imposición en algunos casos de simples opciones políticas carentes de base legal en la norma citada.

Es posible hacerlo, pues el Ayuntamiento tiene esa facultad legal. Pero, en tanto decisión meramente ideológica sin soporte en una ley cuya interpretación no autoriza lo hecho en muchos casos y menos algunos nombres propuestos como sustitutivos de los eliminados, es evidente que el riesgo es doble. Por un lado, porque una demanda ante los tribunales puede concluir con una resolución que niegue la aplicación correcta de la ley. Por otro lado, no obstante y como no hay obstáculo ninguno para actuar en el modo en que se hace aunque la ley no sirva de justificación, el riesgo cierto de que en el futuro los que gobiernen la ciudad hagan lo propio y así cada cuatro años hasta el agotamiento.

Y es que, por ejemplo, excluir a Primo de Rivera es absurdo desde la ley citada. Fue un dictador, en efecto, pero muy anterior a la misma República. Y, en todo caso, de eliminarlo, habría que proceder del mismo modo con el PSOE, la UGT y Largo Caballero que, como es bien sabido, colaboraron activamente con aquella dictadura.

Calvo Sotelo tampoco fue franquista, ni falangista. Fue un monárquico asesinado por personas próximas a Indalecio Prieto, aunque posteriormente radicalizara su postura contra el sistema democrático. Pero, nada tiene que ver directamente con el golpe, ni con la guerra, ni con el franquismo. Y no vale aducir sus discursos incendiarios sin atender a su vez a los proferidos por otros a los que se ensalza, cuya radicalidad no fue menor. Bueno sería reproducir algunos de ambos bandos y los nombres de ilustres personajes que reaccionaron contra la radicalidad absurda de la España de 1936. Leer es bueno y hacerlo de todas las opiniones, mejor, para evitar repetir lo oído o caer en simplicidad cuando es la historia lo que se analiza, no sentimientos falsos después del tiempo pasado. Es historia de lo que se habla y memoria en positivo. Pero, memoria histórica, no actual o presente.

En fin, termino, la Ley permite suprimir símbolos que exalten la represión del franquismo, no el franquismo en un sentido total y absoluto. Sería absurdo eliminar cuarenta años de la historia de un país y erradicar de la memoria a dos generaciones enteras. Ni es posible, ni deseable. Memoria en positivo, dignidad de todos y olvido y perdón son valores compartidos por la mayoría. Todo lo demás parece demasiado artificial un siglo después.

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