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El bueno, el feo y el malo

Clint Eastwood anda preocupado. Le han soplado que una de sus intervenciones estelares de hace casi medio siglo en la gran pantalla (1966) puede tener remake con otros protagonistas y que el orden del título podría verse ligeramente alterado. Hablamos de la película: el bueno, el feo y el malo. La historia no acaba aquí, los espectadores también andan revueltos con dicha idea.

Todo empieza por quien será el nuevo inquilino de la Casablanca. Horas después de conocer el resultado definitivo se reflexiona sobre la derrota de Hillary Clinton en estas pasadas elecciones de EEUU. Una parte mantiene sus brazos en alto y agarrados a esa imagen de lo inverosímil, que plasma el inesperado resultado de las urnas a favor del republicano. Otra, mira hacia el horizonte en busca de respuestas que no llegan porque la campaña mediática estaba perfectamente planificada, tanto en los medios print como en los digitales y, otros, se lamentan de los posibles errores cometidos y recuerdan el legado que les dejó su antecesor, Barack Obama.

Se comenta que los americanos tienen su economía peor que hace cinco años y que el macroproyecto social de Obama tampoco se ha hecho realidad. Ya lo dijo el Coronel Smith en la serie El equipo A: "tened cuidado. Si prometéis mucho, os perseguirán muchos", consciente este protagonista de que "prometer e incumplimiento" van de la mano y al final este sabio consejo, que nació de la ficción, pasa factura. En política, también ocurre.

Al margen de las fallidas encuestas y de los apoyos mediáticos por difundir una Hillary Clinton ganadora, tanto en EEUU como en países del Occidente, habría que reflexionar profundamente lo que aconteció en las redes sociales. Éstas ya se saben que van a más. Los seguidores crecen al igual que la publicidad. La nueva tecnología parece que sea la panacea de las conversaciones entre unos y otros. Y, a tenor de los resultados, nadie lo pone en duda. Pero, no es perfecta. La sensación que ahora transmite la brecha digital es que estamos aún anclados en la teoría de la "Aguja hipodérmica" o "bala mágica" de principios del siglo XX de Harold Laswell.

El paradigma de Laswell revivió su nueva versión durante estas fechas previas a los comicios del #8N en EEUU. La sociedad estuvo compartiendo la idea de que Hillary iba a ser la primera mujer en pisar la Casablanca y la primera vez que dos presidentes americanos iban a dormir juntos (Bill Clinton). Se sobrevaloró el resultado cuantitativo y se despreció el cualitativo. Se pensó en mantener a la sociedad entretenida con lo malo y feo que era Trump, pero se olvidaron de que el bueno no trajo la felicidad a los millones de ciudadanos que ansiaban el "estado de bienestar", que les prometió el antecesor, y menos aún, se escuchó a otros millones de americanos que residían en lugares olvidados por los focos y las cámaras de los demócratas.

Todo ello, socavó el sueño americano de los Clinton. La sorpresa se dio en los estados clave y contra pronóstico, como Ohio, Florida, Carolina del Norte o Iowa. ¿Qué pasó? ¿Cómo sucedió? Estas incógnitas se despejan con una serie de variantes que no supieron calcular debidamente. Tres efectos y todos ellos temidos por los políticos: El efecto bandwagon, votantes independientes que juegan a caballo ganador. El efecto antibandwagon, que afecta a un número reducido que tiende a votar contra el que aparece como ganador; y el efecto underdog, que moviliza a los que consideran como víctimas aquéllos candidatos criticados de forma exagerada o injusta.

Además, el papel que jugaron las redes sociales ha quedado en entredicho. Sólo han valido para creer que la opinión pública estaba del mismo lado. ¿Información o entretenimiento? Más lo segundo que lo primero, si se tiene en consideración los 276 votos de Trump y los 218 Hillary.

Ahora, toca esperar para saber quién es realmente Donald Trump. La ausencia de liderazgo de los dos candidatos que se han disputado el sillón del Despacho Oval, situado en el Ala Oeste de la Casablanca, era notoria. Se demonizó, criticó y ridiculizó durante todos estos meses. Y, ¿ahora qué? Los americanos han votado a conciencia. Queda claro que: El bueno (Obama) ya no está, el malo (Hillary) se ha quedado en el camino y el feo (Trump) está por llegar. Un remake que no sabremos si será aceptado por el público.

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