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El futuro es de los jóvenes

Diversos estudios a partir de sucesivos World Values Surveys muestran lo que se podría llamar «el malestar con la democracia» en Europa y Estados Unidos. Y, de manera preocupante, en lo que se refiere a los jóvenes.

Para empezar, en los Estados Unidos ha disminuido, cuando se repasan las edades de los encuestados, el apoyo a que sea esencial «vivir en un país con gobierno democrático». Los jóvenes, los nacidos en torno a los 80, dan algo así como el 30 por ciento de respuestas en este sentido. En Europa la tendencia es algo diferente. Los nacidos entre los años 30 y los 50 muestran porcentajes parecidos: algo más del 50 por ciento. Mayoría. Pero las generaciones siguientes van todas en disminución hasta llegar a poco más del 40 por ciento los nacidos en los 80.

En general, y es válido para los dos conjuntos de respuestas, los jóvenes, en comparación con sus mayores, se muestran más críticos, menos convencidos del valor de la democracia, poco entusiastas con la posibilidad de influir en la política y, sí, más dispuestos a apoyar alternativas autoritarias.

Si este último punto lo analizamos desde la perspectiva de las rentas del encuestado, se encuentra que en 1995, en Europa, era un 6 por ciento el porcentaje de los jóvenes con rentas altas que apoyaban la opción de una alternativa militar en su país, porcentaje que ha aumentado al 17 por ciento en la actualidad. En los Estados Unidos, era, también en 1995, un 6 por ciento el que tal cosa opinaba. Ahora son el 35 por ciento.

Dejando la edad y quedándose en la renta, se constata un aumento de apoyo estadounidense a las opciones autoritarias entre las rentas altas: era del 20 por ciento en 1995 y ha llegado el 35. Como el de sus jóvenes ricos. Para que no se malinterprete: no se trata de mayorías, pero sí de incremento en sectores de peso para el funcionamiento de aquel país y, si me apuran, para el de la Unión Europea.

Este panorama, trazado a grandes rasgos, explica el papel que los «populismos» (tanto en sentido positivo como en negativo y tanto de derechas como de izquierdas) juegan en la actual coyuntura de ambos territorios.

Pero el mundo es algo más grande que el ocupado por estos dos. Desgraciadamente no tengo datos de África ni de Asia, pero sí de los jóvenes de América Latina. Este es mi resumen que hago pensando en esa España que está recogida en las encuestas anteriores, pero que algo tiene en común con lo que hay al otro lado del Atlántico.

En los jóvenes latinoamericanos se detecta un alto nivel de aspiraciones. Lógico: su capacitación educativa colectiva ha mejorado sensiblemente. Pero... El pero es que es probable que sufran constatables niveles de frustración al no lograrlo, con la agresividad que ello conlleva. Se identifican escasamente como clase popular y, mucho menos, como pobres, y sí como clases medias con nuevas pautas de entretenimiento y consumo que encuentran su campo en las nuevas tecnologías. Son una generación digital que no usa mayoritariamente dichos medios para obtener información, sino para la diversión, la descarga de agresividad y el fomento de redes (de semejantes, por supuesto).

Como buenos inseguros, piden con fuerza certezas y seguridad frente a las instituciones políticas. No las impugnan. Lo que quieren es que funcionen de modo que satisfagan sus demandas. Cuando encuentran que tal cosa no sucede, pueden recurrir a quien les dé la certeza de que dichas demandas (frustradas) serán satisfechas.

Los grandes mitos sobre las luchas pasadas son eso: mitos que quedan petrificados en la bruma del pasado y hasta es posible que los rechacen. Coherentemente, no les va aquel lenguaje épico e hiper-militante que suele utilizar tanto la derecha como la izquierda. En general, muestran una fatiga creciente por la lucha partidaria que se traduce en una desafección de la política.

Ojo: estoy hablando de grupos de jóvenes, no de la juventud en su conjunto. En unos y otros se observan comportamientos y opiniones muy diferentes. Pero lo que me llama la atención son los aumentos, no los niveles de esa desafección política. Muchos de estos temas recogen, en efecto y como se ha visto, porcentajes relativamente bajos. Pero si se quiere mirar hacia adelante, no estará de más levantar acta de que aumentan, siguen aumentando y pueden resultar problemáticos. No es cosa de culpar a esos jóvenes que engrosan estos grupos: la responsabilidad es de sus mayores que les dejan una dura herencia.

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