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Luis Prats

Nostalgia herculana

Últimamente en el Hércules vivimos de y con la nostalgia a cuestas. Sin llegar a esa tristeza propia de la melancolía, nos acogemos a cualquier fecha para recordar una gesta, un buen recuerdo, un triunfo. Todo vale para olvidar por unos momentos está actualidad frustrante que nos remite a los tres años consecutivos militando en la Segunda División B, denominación eufemística de lo que en realidad es una tercera división nacional. Las efemérides herculanas son tan numerosas como longevo e histórico es el club que las celebra, recordando en ellas aquellos notables acontecimientos en sus respectivos aniversarios. El archivo histórico recopilado por la prensa de ayer y de hoy, y la memoria de aficionados e historiadores deportivos de la ciudad y el club, nos permite recordar con alegría, plena de añoranza, gestas y figuras que han hecho del Hércules lo que es y será, poniendo en valor su trayectoria en el mundo del balompié patrio.

Hace unas fechas, con ocasión del sorteo copero que nos deparo el enfrentamiento con el Barça, recordábamos con la sonrisa en la cara la proeza de los dos últimos triunfos herculanos en campo culé. El 2-3 de los Rodríguez y Pavlicic, y el 0-2 de Valdez. También y al hilo de la clasificación para los dieciseisavos de final, rescatábamos del pasado aquél partido de desempate en Murcia contra el Elche de Pazos, que de un soberbio gol resolvió a favor del Hércules Ramón, una de las mayores leyendas del equipo alicantino.

El domingo pasado celebramos con Sanabria el histórico triunfo en el Santiago Bernabéu en aquél último partido del campeonato, con golazo del propio Dante Adrián, que supuso el mantenimiento del Hércules en la máxima categoría del futbol español. La evocación de estas efemérides, como el gol de Sigüenza en Badajoz que nos devolvió a la Primera División, no son más que la constatación de que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Vivimos en el pasado porque el presente es agobiante, a veces patético, tan preocupante que seguimos al borde del precipicio un año más. Necesitamos ascender para no comprometer el futuro de la existencia del Hércules. En esas seguimos, y por ello es comprensible que nos agarremos a cualquier acontecimiento del pasado que nos alivie el presente. Usamos los buenos tiempos como paliativo a la cronicidad en que se ha convertido nuestra estancia en la maldita Segunda B, que, como una enfermedad degenerativa, te aferra y no encuentras la manera de escaparte de sus garras.

En este sentido, la labor de la Asociación de Veteranos, que preside Escribano, se ha convertido en auténtico bálsamo en estos días de penuria futbolística. Muchos de sus componentes, que vivieron épocas gloriosas del Hércules, son conscientes de la importancia que en estos tiempos revueltos tiene recordar el paso de grandes jugadores por el club, sus goles decisivos, y sus triunfos en terrenos tan complicados como el Bernabéu o el Nou Camp, hoy en día inexpugnables para el actual plantel de jugadores. Como bien dijo el presidente de la Asociación de Herculanos, Quique Tébar, «hay que mantener viva la historia de un club que ha vivido épocas gloriosas muy por encima de la actual en la Segunda B».

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