Se confesó de haber robado un pavo y el sacerdote le recriminó imponiéndole una dura penitencia. El fiel cristiano recordó al cura que ambos, en una noche de jarana, se habían apoderado del pavo en cuestión. Entonces, el confesor cambió su mueca de severidad y sonriendo le dijo: «Hijo mío no te preocupes, aquello sólo fue un pavurrucho».

Este chascarrillo fue lo primero en venirme al pensamiento ante la nueva metedura de pata -esta vez hasta la bola- del diputado torrevejense en Cortes Generales por el Partido Popular, Joaquín Albaladejo, en su empeño de convertirse en el inmisericorde azote del gobierno municipal. En esta ocasión su señoría ha arremetido, ha embestido cual torito bravo, como es su costumbre, contra la inclusión secundaria de la imagen de la fachada frontal del templo arciprestal de la Inmaculada de Torrevieja con fines propagandísticos: el anunciar la celebración el 31 de octubre de la noche de Halloween en esta ciudad.

A la reprobación del diputado se apuntaron las gentes de iglesia. Lo chusco del tema es que el ínclito político no cayó en la cuenta de que su partido, el PP, con mayoría absoluta en el Ayuntamiento en 2014 fue el que ideó y editó la publicidad de esta fiesta foránea que, a mi criterio, afortunadamente ha desterrado la del tremebundo Día de las Ánimas. Y, ante este revés, el flamante parlamentario no ha hecho de inquisidor con el pentapartido, ahora cuarteto, que a su juicio se asemeja a los cuatro jinetes del apocalipsis. Acontece ahora por estos pagos que la consigna del PP es redoblar la presencia en los medios de comunicación de sus ediles con el fin de dar leña al mono -al equipo de gobierno- para tambalearlo y, a ser posible, tumbarlo. Y pasa lo que pasa.

La edil Sandra Sánchez, cámara en ristre, con el fin de lograr el buen encuadre fotográfico de algún desperfecto en la Plaza de La Ermita se mete en uno de los socavones del vial que circunda el espacio público de lo que ellos llaman Catedral de La Punta. Creo que tuvo que pedir auxilio a la hora de salir de aquel hoyo. Para más INRI, devolvieron la fianza de estas millonarias obras dejando el mochuelo, como otros tantos, para luego y ya te veré si eso... Su compañera Carmen Gómez intensifica su desnorte reclamando la finalización de una plaza en la urbanización San Luis, obras que, junto al entonces concejal Pepe Sánchez, dirigía en el anterior gobierno municipal, dejó sin acabar y cuya gestión acabó denunciándose en los juzgados. Aún y así, filias y fobias al margen, es reconfortante vivir en un pueblo donde conoces y aprecias a muchos de tus vecinos. Cuando alguno de ellos se muestra distante se le puede abordar y preguntarle aquello de: «¡Oye!, tú y yo estamos peleaos». Otra cosa es cuando se cruzan dos paisanos por la calle y uno de ellos escupe al suelo al pasar el otro. En ese caso sobran explicaciones. Además, se da muy raramente.

Ocurre que quienes trabajan para el altar deben de comer del altar. Me refiero a lo políticos de cualquier ideología. Los que están en el equipo de gobierno tetrapartito o cuatripartito (PSOE, Los Verdes, APTCe e IU), teóricos servidores de todos y a los que pagamos unos sueldos muy decentes, incluso a algunos hasta indecentes. Ellos, por ser personas públicas llevan incluidos en sus salarios el ser objetivo de críticas en el desarrollo de su actividad. Pero, por lo general, se las toman a la tremenda, como insultos personales. Para mejorar es imprescindible la crítica. El problema radica en los argumentos utilizados para ejercerla, no calentarse la cabeza y decir: «"Pa" la mar "to" es bueno».

Prosigo con otro relato. Iba hace días tan caballerico a bordo del descapotable por la calle Caballero de Rodas, ese remodelado vial, un híbrido entre peatonal y abierto a la circulación rodada, y me topo con un reducido grupo de vecinos, de los de aquí de toda la vida. Estaban frente al templo de La Inmaculada haciendo cábalas sobre quién o quiénes habrían sido tan energúmenos o desalmaos para determinar la eliminación total, hace ya unos meses, del jazminero español que durante más de medio siglo nos obsequiaba con su perfume embriagador desde la verja de uno de sus patios de la iglesia. Al autor o autores de este desaguisado sentimental los tildaban de paparajotes. No entendí el significado de la denominación. Y es que el personal tiene una boca... Por lo visto abundan mucho los pavurruchos en este lugar.